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Reportajes

Escenas al borde en la ciudad sin futuro

Textos del Festival de Teatro Humberto Duvauchelle (FTHD); compilado de trece obras (de un total de más de ochenta) a lo largo de una década de trabajo, convirtiéndose en uno de los festivales estudiantiles destacados en la región.

Por radioactivx        

Confieso que no me sentí especialmente contento del encargo en el momento que se me arrastra el libro enfrente; pero qué decir: leer guiones es entretenido. Y es agradable pasar las páginas de este ejemplar grandote (8”x 8 1/2”), tapa kraft, 175 páginas de teatro porteño, que tiene de todo; unas aburridas, otras atrapantes, otras bonitas (pero para qué entrar en esos detalles). Un viaje a través de diez años de escritura dramática, abordando temas sociales, territoriales, siempre con un toque de cercanía y a la vez universalidad; atravesando entre medio un estallido y una pandemia, siempre situados en la presencia y en la esencia de la ciudad (algunos textos incluso parecen predicciones de los acontecimientos de finales de 2019).

Iniciado por gente que cursaba la carrera de teatro en las inmediaciones de la Universidad de Playa Ancha, el festival tiene un aire etéreo en torno a la figura del actor Humberto Duvauchelle; «destacado profesor, actor y cantante quien con su dedicación enseñó técnica y manejo vocal, guiando a generaciones hacia el camino de la actuación, enseñando el valor de la profesión desde el trabajo duro, la práctica, el ensayo y el error», como se señala en el libro.

Fernanda Mendoza es la coeditora del libro. Imagen cedida.

«Era una persona realmente cautivante, muy inteligente, nos ayudaba día a día. Y siempre nos decía lo mismo: chiquillos ustedes tienen que irse del país, tienen que nutrirse más, aprender más, conocer otras áreas y no quedarse con lo que hay acá», comenta Fernanda Mendoza, quien alcanzó a ser estudiante de Humberto.

Egresada de la Universidad de Playa Ancha, actriz, dramaturga; trabaja en El club (canal de YouTube quillotano); es coeditora del libro Escenas al borde, junto a Sebastián López Santander, quien firma como Guillermo Santander en su faceta de dramaturgo, también egresado de la UPLA. «Fue interesante que a los dos al mismo tiempo se nos ocurriera la misma idea» remata Fernanda.

Sebastián, quien estuvo a cargo del último FTHD, comenta que después de la vuelta a la presencialidad «se hizo una edición especial viendo el festival hacia atrás», revisando los «más de ochenta textos, distintos entre sí, que eran testimonio de una época». Se preguntó a sí mismo: «¿cómo estos textos se van a perder?».

Fernanda, quien mantiene una conexión especial con el festival, y habla de él con mucho cariño; ha leído todas las obras. Fue directora de versiones anteriores, y quien hiciera una tesis sobre el FTHD. Sebastián dice: «tenía toda esta idea de rescatar el archivo, lo que significa» y ella tenía el enlace directo hacia atrás, «era la persona ideal para que me acompañara en este proyecto».

Y sobre el señor Duvauchelle, Sebastián comenta: «El legado que yo vi que había dejado en profesores y en alumnos muy viejos de la carrera, cada vez que hablaban de él algo les cambiaba. No pude verlo ni fui su alumno, pero sí soy testigo de todo lo que marcó a generaciones de teatristas».

Por otro lado, está Andrés Hernández, actor formado en teatro en Santiago en la Universidad de Chile; se ha dedicado al teatro en «la actuación, dirección, dramaturgia, tanto en Santiago y desde el 2012 en Valparaíso», donde comienza a trabajar en la formación en la carrera de teatro de la UPLA, y en este momento está a cargo de la dirección de la misma. Su relación con el proyecto va desde el aspecto institucional, en el sentido de ayudar a gestionar los recursos como parte del presupuesto de la carrera para que «puedan contar con los recursos para sacar adelante su publicación. Paralelamente me invitaron a hacer una breve reseña del texto», señala.

«El FTHD creo que se constituye como una acción muy importante que viene a complementar el aspecto formativo que han tenido jóvenes en los distintos centros de formación, e incluso también personas autodidactas, ha permitido la aparición, de grupos, compañías, colectivos, etc., pero principalmente ha dado lugar a generar y observar distintos lenguajes, que de alguna manera van buscando o indagando en una nueva relectura desde la actualidad, dándole un aire de renovación a la escena regional».

Agrega además, que quienes tuvieron la oportunidad de participar en el FTHD, «tanto de la escritura, la actuación, dirección, incluso en el área de la gestión de producción les ha permitido conocer y fortalecer su desempeño, su experiencia en determinada área, y que tal vez contraste lamentablemente con la realidad no solamente local sino también nacional que muchas veces tiene las artes escénicas en el teatro un tanto precarizado».

Crisis en el teatro en Valparaíso (la crisis del arte en general)

Ante mi negativa inicial de realizar el reportaje, una escritora me comenta que lo interesante de Escenas al borde, siendo un libro aterrizado desde la galaxia del teatro, es que se puede poner en evidencia la realidad de las tablas porteñas. Y lo vislumbro en las respuestas de los entrevistados.

Con sólo tres escuelas de teatro, y un déficit presupuestario cada vez más agudo, el ambiente parece agonizar, pero no pierde su entusiasmo.

Andrés Hernández ha sido un rostro del teatro en Valparaíso desde su llegada.

Andrés comenta sobre esta «crisis»: «Es algo que podemos ver claramente en lo que tiene que ver con los fondos concursables, la idea de artes escénicas que muchas veces deja muy al margen la actividad de regiones, distinta a la metropolitana».

(Yo para qué me voy a poner hocicón con el hecho de que Plataforma Crítica no ganó fondo este año versus un montón de proyectitos metropolitanos).

También dice: «no ha logrado existir un real y efectivo respaldo de lo que puede ser un ministerio»; «no están dadas las condiciones para que el trabajo, las agrupaciones, quien se quiera dedicar a esto se lo permitan, ese aspecto me genera o siento que propicia una crisis. Quienes están a cargo de la gestión y creación de ciertas acciones emblemáticas no comprenden necesariamente lo que cuesta hacer una obra de teatro, una real apreciación o concepción de nuestra actividad».

Sebastián señala: «estamos frente a una ausencia mayor de espacios. Las salas tradicionales como la de la UPLA o la Sala Negra, ponen una serie de requisitos que dificultan el crear teatro en Valpo, cuando se supone que están para todo lo contrario». Lugares poco equipados y los equipados que «cubren la programación con las mismas compañías de siempre o con compañías de afuera. Convierten el quehacer en una verdadera epopeya».

Pienso en la reciente polémica en titulares, sobre los dichos de Jaime Vadell, de que a los actores «les ha dado por llorar», a propósito de todo este drama de la financiación, que es transversal en las artes en Chile.

Y entonces en la memeósfera aparece el debate: ¿debe el estado financiar a sus artistas? En ese caso, ¿quiénes deberían recibir esas regalías? En el caso de las inversiones privadas, ¿bajo qué criterio hablamos de arte?

El eslogan «el arte es basura», nos incita a pensar que nuestra actividad es «inútil»; un cúmulo de egos, manifestaciones fútiles del ser.

La figura del farsante ronda el debate público.

La edición resulta contundente y variada en las propuestas de escritura teatral local.

Lo que le ocurre al multidisciplinario Danny Reveco, más que justicia para con el patrimonio de las elites (siendo que su obra tiene un sentido profundo que obviamente tu tía no se va a dar el tiempo de entender), es chivo expiatorio para que la turba enardecida pida a gritos que se bajen los dineros para cultura. El atao con la piedra gigante pintada con tres rayas, también.

¿Es el teatro un servicio obsoleto o es que no se incentiva su consumo como a otras entretenciones del alma? No es que haya una estupidización masiva como dicen los intelectualoides miopes, sino más bien una pérdida general de sentido. Pareciera que se ha vaciado todo.

¿Cómo sobrevivir en los tiempos de redes sociales y consumo de contenido a escalas astronómicas?, ¿cómo seguir vigente?, ¿qué es eso de ser «un trabajador de la cultura»?

Se sabe que hay carreras artísticas que se sustentan nada más que en el dinero ancestral al momento de llegar al mundo (como diría la soa Dita Parthon: si naciste en cuna de oro tienes la mitad de la carrera hecha). Y ahí está el farsante con recursos (son pesaos, ¿para qué molestan a Vesta Lugg? jaja). Pero, ¿quién realmente puede decir qué es o no es arte?

¿El elitismo histórico del arte tiene que hacernos necesariamente destruir el arte? Un meme dice: «el artista es un mito, para pensar que sólo algunxs pueden hacer arte».

¿Tengo yo la culpa de escribir más bonito que tú? No sé, da para largo.

Lo que sí, señorxs, y en esto seré enfático: exijo un piso mínimo para las artes. Ya paren la weá, eso de que las mentes brillantes estén mendigando, y cortándose la cabeza entre sí por unos cuantos pesos.

Como Guillermo Santander firma sus textos el compilador.

«No hay un futuro en Valparaíso»

Les pregunto sobre el futuro del teatro en Valparaíso, y Fernanda responde que ve este lugar: «como un espacio de resistencia, las personas que hacemos teatro acá, usualmente no lo hacemos para ganar mucho dinero [ríe], sino porque nos gusta, en su mayoría tenemos otro trabajo pero nos mantenemos en eso».

¿Humberto Duvauchelle le recomendaba irse a sus estudiantes porque era consciente de esta jaula de boxeo que es el quehacer artístico en este país olvidado de la mano de dios? Como escribí por ahí: «Valparaíso es divertido, pero en Chile no hay nada que hacer».

¿Quiénes son los que pueden migrar a hacer teatro (o la disciplina que sea) a otras naciones?

Sebastián añade: «Yo no veo futuro en Valparaíso, es una ciudad sin futuro. Este lugar en ruinas que ya no puede disimular que es una ruina. Veo un teatro en Valparaíso asociado muy al espacio público, a salir de la sala tradicional de teatro, con un futuro auspicioso pero difícil».

Fernanda, en tanto, remata: «si me preguntas, lo veo como que se va a mantener unos años así hasta que no cambien las cosas más a fondo y el arte no tenga un mejor lugar en la sociedad».

(*) Retratos de Kika Francisca González.

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