El trabajo de Loreto Vergara nace de la exploración propia, buscando caminos que se cruzan con la construcción de la memoria de las mujeres de su familia. Remite a la espera, un trabajo paciente frente a la rapidez de las imágenes de hoy. Esa paciencia se refleja en su voz y en su concepción de las cosas. El entendimiento de la fotografía como una ampliación del imaginario de las personas que retrata, y esta conversación, un recorrido por ese mundo y la pulsión que la mueve a buscar historias únicas.
Por Juana Balcázar
Fotógrafa y periodista, Vergara comenzó a explorar las imágenes en su adolescencia. En su casa no hubo cámaras, por lo que recurrió a las ajenas para poder explorar el valor del registro tangible. Ocupaba estas cámaras para registrar los veranos en Santa Juana, en el sur de Chile, de donde es su familia, y llevarse un recuerdo para el resto del año.
«Allá tenía amistades, familia, y estas visitas que eran una vez al año se sentían menos lejanas a través de mirar la fotografía. En mi familia el álbum es súper escaso, porque no había posibilidad de tener más. Siempre hubo un valor de mi parte y una búsqueda de poder plasmar lo que ya no está y recordarlo», evoca.
Esa búsqueda por recordar, también lleva el trabajo de Vergara a lo colectivo, como una semejanza de reconstruir un álbum familiar y desarrollar búsquedas en común. Cofundadora de EFFEM (Encuentros Femeninos Fotográficos) desde el año 2019, o siendo parte de Granada Colectivo y la Cooperativa de Fotógrafas.
«Siempre hay una búsqueda personal que se tiene muy guardada y a veces llega el momento de explorar. En los trabajos colaborativos desde la colectividad, no prima el trabajo individual, sino que hay una creación desde cero, desde inquietudes que se quieren compartir, y ahí surgen cosas nuevas. Desde lo personal creo que el camino puede ser similar», señala.
En su obra personal podemos encontrar trabajos como Sandy, la Marilyn Monroe del puerto. Retrata la historia de su tía, y donde se reflejan la complicidad de un círculo femenino, el trabajo sexual sin un velo moralizante, y la nostalgia de los cambios de territorios que habitamos.
–¿Cómo fue el hilar la narrativa de la historia de tu tía en este trabajo?
–Fue complejo, me atreví a indagar en lo autobiográfico. Me considero una persona un poco pudorosa en excavar la historia para mostrarla. El proyecto de Sandy fue intuitivo, no es cualquier persona, es mi tía directa. Entonces existe un respeto detrás de cómo una cuenta la historia. Siempre me he preocupado que, en cualquier tema a fotografiar, exista el respeto siempre. A veces soy tan respetuosa que me privo de hacer cosas. Con mi tía tengo la libertad de que me permite hacer todo, pero también hay límites que hay que saber llevar.
–¿Qué reflexiones personales, descubrimientos y también preguntas, encontraste al interiorizarte en la historia de tu tía?
–En mi familia es un tema muy normalizado el hablar sobre trabajo sexual. Cuando empecé a trabajar, y a quedarme con ella conocí mucho más su historia. De ahí van saliendo cosas emocionantes y dolorosas, también cosas muy envidiables como la colaboración con sus amigas. Trabajamos sus archivos fotográficos, empezamos a hacer fotos y entrevistas. Y desde ahí volvemos a los hilos que se entrelazan con la vinculación del territorio de mi tía, el actual en San Antonio y el pasado, en Santa Juana.
La fotografía como ampliación de la imaginación
En trabajos como El eterno retorno, donde Loreto convive con personas con discapacidad mental en el hogar San Francisco Javier de Recoleta, o en Lafwa, donde cuenta la historia de comunidades de migrantes haitianos en la Región Metropolitana. La artista incluye otros recursos gráficos y visuales como la intervención de las fotografías con rayados, escritos, y dibujos. Aquí, las personas retratadas toman la cámara y manifiestan su mundo. Ya no son los retratados, sino que se retratan a sí mismos y establecen su propia visión del mundo.
Sobre esto Vergara afirmó que: «Muchas veces estas visitas se convertían en pasatiempos de desarrollo manual y hacíamos dibujos. Me di cuenta que en estos ejercicios salían cosas muy íntimas de sus historias, y después fui comparando estos dibujos con las fotografías».
–¿De qué manera crees que la fotografía y las expresiones artísticas pueden ampliar el imaginario de las personas que retratas?
–Sin duda que lo amplían, porque hay una visión personal de ellos. En la fotografía hay una decisión personal mía. En cambio, en el dibujo hay una decisión que es cien por ciento de ellos, y es una forma de expresión que altera mi visión de la imagen. Esto cambia el relato, y lo interesante es que ambas percepciones se unen para dar un mensaje distinto al esperado.
En su más reciente trabajo llamado Rosa, Vergara retrata nuevamente la vida de una de las mujeres de su familia, en este caso su abuela. Uno de los puntos que más conmueve, es la idea del sueño. Su abuela perdió la visión, y la siguen desde muy joven sueños repetitivos que Loreto trata de reconstruir mediante la fotografía. Ocupando la escritura de su abuela, y grabando las narraciones de lo que percibe en su subconsciente.
–¿Cómo fuiste construyendo Rosa a través de los sueños de tu abuela?
–Hay dos miradas, no sabemos si estas fotos son una copia fiel de los sueños de ella, pero ahí está esa magia de la interpretación que una puede tener. Mi abuela siempre ha tenido una conexión grande con sus sueños. En primera instancia fue recolectar sus sueños más recurrentes grabando lo que contaba. Luego conceptualicé estos relatos, y empecé a indagar en el territorio, registrando estos espacios.
–¿Cuánto tiempo te llevó el proceso de este trabajo?
–Partió el 2019, pero hace muchos años atrás estaban estos sueños, el relato siempre estuvo. Después en pandemia conviví un tiempo con ella, y ahí quise profundizar. Fueron como dos años. Si bien desde lo fotográfico hay un producto, siempre evoluciona a un relato nuevo, porque es mi familia, y ese relato va creciendo.
–¿Qué relaciona este trabajo con el de Sandy?
–Se relacionan mucho porque son madre e hija, hay muchas cosas en común. Eso sí, el de Rosa es más conceptual, y el de mi tía es más documental. Me gusta abordar el retrato en todos mis trabajos. Y siempre busco que las personas que retrato se manifiesten de alguna manera, con fragmentos de escritos a mano e intervenciones.
–Planteas una reflexión muy interesante en este trabajo. Cito: «Nuestro cotidiano está bombardeado por imágenes, siendo nuestra visión el más frecuente y masivo canal de comunicación. Ver para creer, dicen. Nos condicionaron a conformarnos con ver sin explorar más allá de este sentido». ¿Cómo crees que, en esta sociedad de las imágenes, los sueños pueden convertirse en una herramienta para interpretar la realidad?
–Los sueños se crean gracias al subconsciente, más allá de la imagen. La imagen en sí es nuestro principal medio por el cual observamos la realidad, pero no exploramos otros sentidos. Para mi abuela tienen un valor mucho más grande, porque perdió la visión hace veinte años, y la visión que era su principal fuente de alimentación del mundo, fue completamente arrebatada, y creo que, desde esa pérdida, hay un valor mucho más grande de los sueños.
Al momento de esta entrevista Loreto Vergara estaba por viajar a la ciudad de Pucón para exponer su trabajo Rosa, que ya se encuentra en imprenta, editado por Editorial Lautaro. Con la idea de hacer un lanzamiento pronto. Además, se encuentra trabajando en varios proyectos que se materializarán también en un objeto libro, uno de ellos es el de Sandy, que fue construido como exposición y que ahora será reconfigurado en un relato que tendrá su soporte físico. Por último, trabaja en la maqueta de otro fotolibro, el de Lafwa, «estamos en la etapa final del libro que espero esté en imprenta el próximo mes». Así, como hilos que reconstruyen tanto su historia familiar, como historias que la rodean y que busca profundizar, la fotógrafa mueve los límites de la imagen para dar cabida y expandir las voces de los rostros que busca con su cámara.
(*) Reproducciones facilitadas por la autora.
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