Héroes civiles y Santos laicos. Palabra y periferia: Trece entrevistas a escritores del sur de Chile (Provincianos Editores) ha sido, luego de más de veinte años desde su lanzamiento, reeditado. Un volumen con conversaciones reunidas desde 1992 realizadas por Yanko González que le dan cuerpo a lo nacional. Aquí, con espíritu boxeador, los autores y las autoras se lanzan contra el centralismo, la mercadotecnia cultural y el menosprecio del poder.
Por Camilo J. Gaona
Hay libros que son una necesidad, un deber ser, un compromiso con nuestro ecosistema cultural. Héroes civiles y Santos laicos de Yanko González es uno de esos.
Yanko González (Buin, 1971), antropólogo, poeta y antologador. Llegó a Valdivia alrededor del año 1990 para estudiar antropología, rastreando las respuestas que lo llevasen a comprender y ordenar sus tantas inquietudes sobre la realidad y la escritura. A la par de sus estudios, junto a un taller de periodismo interpretativo, se embarcó en la recolección de relatos que salieran de la boca de las propias autorías del sur, de aquellas que reclamaban el merecido espacio desde su periferia.
El libro se publicó por primera vez el año 1999 en la editorial valdiviana Barba de Palo. Su director, Jorge Torres, fue el primero de los entrevistados entre los trece escritores que contiene este volumen de conversaciones sureñas. Aunque, en ese momento, Yanko aún no pensaba el proyecto como una recopilación de charla, testimonio y manifiesto que llegaría a ser muchos años después. El encuentro que sucede entre González y Torres hace ya más de treinta años, en 1992, daría inicio a una travesía e interés por el panorama y el oficio poético del sur chileno, o como el autor le llama: «caza y recolección».
Han pasado más de veinte años desde la aparición de Héroes civiles y Santos laicos. Palabra y periferia: Trece entrevistas a escritores del sur de Chile. Harta agua y piedra ha cruzado por los caudales desde que se hizo aún más notoria y aún más molesta la neoliberalización y centralización de la cultura. En el prólogo de esta edición (Provincianos, 2023) Yanko González menciona que, al momento de publicarse, el acto de señalar con el dedo a Santiago y su vocación sancionadora y legitimadora de aquello que se produce y circula culturalmente no era la tónica. Más bien, todas las sentencias respecto a obviar y menospreciar escritores y escritoras (fuera del canon territorial sobre el que se erigía la Nueva Narrativa Chilena) eran responsabilidad de estos mismos y la derrota en el talento.
Aún faltaba una década, (o un poco más), para que se conforme el Colectivo de Pueblos Abandonados junto a su autonomía local, lejos del narcisismo editorial y los cánones institucionales. Colectivo al que Yanko González pertenece y comparte filas junto con Rosabetty Muñoz (Chiloé), Daniel Rojas Pachas (Arica), Cristian Geisse (Vicuña) y Mario Verdugo (Talca), por nombrar a algunos varios. Faltaron otras décadas más para que lo conversado en los 90 por los autores de este volumen fuera premonitorio. Esta edición pone, nuevamente, en circulación un discurso con fuerza y vigencia.
Andrés Urzúa, coeditor y diagramador de esta edición en Provincianos comenta que el libro llevaba descatalogado un buen par de años y que en cierto momento pudo tener un ejemplar de la primera edición en sus manos:
—Había algo muy fuerte allí acerca de la relación de la provincia con el centro y sobre todo una suerte de independencia vital de estos autores sureños de provincia respecto de la capital. De alguna manera, se pasaban a Santiago por el aro. Como sujeto provinciano, me sentí identificado con esa actitud. El lugar en el cual habitamos nunca es periférico. Siempre es el centro de nuestra experiencia.
De allí la urgencia de volver sobre estos registros. El trabajo fue extenso. La transcripción y digitalización de las conversaciones con los trece escritores y los diversos procesos de corrección de estilo, tardaron alrededor de seis años. Recalca Andrés Urzúa el valor incalculable de la fuerza y la descomunal convicción en el trabajo de Yanko González para sacarle la radiografía a «los pesos pesados de la literatura sureña. Y además hacerlo con una visión y con lineamientos claros. Esa precoz vocación, ese arrojo y esa lucidez forman parte de la tradición cultural chilena profunda».
Por su parte, Mario Verdugo (Talca, 1975), compañero de González en el Colectivo de Pueblos Abandonados y autor de Arresten al santiaguino! Biblioteca de autores regionales (Overol, 2018) y Curepto es mi concepto. Ensayos sobre literatura y territorio (Overol, 2022), escribe que el elemento que atraviesa estas conversaciones es la molestia y los resoplidos. El malestar por la moral del éxito, el malestar ante las antologías y el malestar seguido a los resultados de los fondos concursables y su «espurio impacto social».
«Acallo la loba que contengo» es el título que lleva la sección que contiene las charlas con Rosabetty Muñoz, iniciadas en el invernal Chaitén de 1997. La poeta, quien también es su compañera en el Colectivo, habla de sectores negados y marginados ante el triunfalismo del país con los escasos recursos de difusión y sobre cómo ensordecer al animal indiferente que es el centralino. Me advierte que las conversaciones con Yanko se dieron en un tiempo oscuro y peligroso, donde existía pasión por la palabra y cómo esta podía construir un país distinto aunque «la urgencia de la historia parecía decir que la poesía estaba fuera del diseño del país real».
Dentro de la vertiginosidad que fue esa época para el panorama periférico Rosabetty señala que ellos pensaban «en colectivo, decidimos cuestiones importantes como quedarnos en la provincia o volver a nuestros lugares de origen a participar del destino de los nuestros. Sobre todo, fue importante mirarnos y leernos, que se conocieran los planteamientos que, balbuceantes algunos, estábamos rondando».
Fueron largos años de espera para que Héroes civiles y Santos laicos volviese a circular entre las manos y las bocas de los lectores. Encontrarse nuevamente con estas entrevistas fue para Yanko González una impactante sorpresa.
«Conservaba todas las cintas y revisé y corregí la edición escrita, por lo que en ese trabajo pude darme cuenta del tesoro reflexivo que había en cada una de ellas. Resulta curioso, pero son autoras y autores que alcanzan un nivel de autoconsciencia y densidad reflexiva que hoy escasea», revela el poeta y antologador valdiviano.
Este volumen contiene manotazos y combos audaces al modo de producción literario chileno. En gran parte, González valora la crítica ácida que se permitieron los entrevistados y que, incluso veinte años después, se mantiene en la total vigencia. De estas conversaciones surgieron comentarios filosos frente a «la literatura turística, al escritor espectáculo, al neoliberalismo escritural y a un Estado ‘bobo’ que, ayer como hoy, prosigue multiplicando su accionar a través de la ‘proyectología’. Muchos de los programas y concursos estatales –especialmente los literarios– siguen, después de más de dos décadas, siendo operados y sancionados desde la capital, con mínima participación de autores regionales y escasa pertinencia geo-cultural», me comenta Yanko.
Buscando las cartas guardadas, haciendo click en la escondida correspondencia virtual y escuchando las cintas, el entrevistador cazador-recolector reflexiona:
«No sé si hay clarividencia en lo que me contaron o reflexionaron conmigo en voz alta o a través de cartas, pero releyendo muchas de estas conversaciones, me hicieron por fin sentido aquellas palabras de Nikolái Bujarin intercediendo por Ósip Mandelstam ante Stalin: ‘hay que ser cautelosos con los poetas, la historia siempre está de su lado’. Claro, no puedo ocultar que la reedición de este libro me devolvió cierta soledad y dolor por un tiempo de plática y amistad con todas estas voces, pues la mitad de ellas han muerto. Jorge Torres en 2001, Enrique Valdés en 2010, Guido Eytel en 2018, Pedro Guillermo Jara en 2019, Maha Vial en 2020 y Omar Lara en 2021».
Dentro del agobiante y melancólico ejercicio de la memoria y la amistad aparecen algunos rayos de luz durante todos estos años: los entrevistados que han recibido premios saltando los muros del desinterés, y los esfuerzos editoriales, comunitarios y reflexivos que giran con la convicción de un faro ardiendo en las costas de nuestras provincias.
Allí, en las reflexiones in situ sobre el trabajo escritural, los talleres, las experiencias colectivas junto al anecdotario nacional, está la relevancia de los textos que recibimos desde el volumen de Yanko González.
Así lo explicita Andrés Urzúa:
«Es posible leer a sujetos provincianos fulgurantes y autónomos, que declararon su independencia cultural y estética respecto a cualquier noción de centralidad y a cualquier intento puritano y conservador por etiquetar la palabra poética y delimitar, en categorías o según el objeto de estudio de moda, las posibilidades de la escritura literaria».
El impulso indomable de la escritura en y desde los márgenes se desborda en estas trece conversaciones sureñas. Sobre ello, le pregunto a Rosabetty y su relación entre la palabra y el territorio. Lo describe como un estímulo permanente:
«Nada más alejado de la realidad que el lugar común de encontrar la vida en estas localidades como ‘aburrida’, más bien se trata de ahondar en un fragmento del tejido y trabajar en esa costura finísima, en las rajaduras, con las palabras. Por otro lado, me interesa mucho la idea de comunidad, ser parte, aportar en la vida de todos con la poesía como uno más de los oficios que van construyendo una forma de vivir propia, particular, trenzada con otros».
Aparece, (como no puede ser de otra forma), la pregunta sobre qué tanto ha cambiado la escena desde que apareció por primera vez el libro. Muñoz sentencia:
«Tanto no ha cambiado el panorama. Hay voces de la provincia que tienen difusión nacional, pero sigue siendo una batalla desigual respecto de ciertos espacios de lectura y legitimación de las obras que se ofrecen en la mesa pública. Sin embargo, pienso que está enriquecido el supuesto ‘margen’ o más bien, los límites fronterizos se van desdibujando. Escribir en provincias es hoy un desafío que moviliza pensamiento, creatividad, pasión, diría que es donde están fluyendo los ríos poéticos, donde –en lo personal– prefiero estar».
Por su parte, Yanko González reflexiona sobre las nociones de centro y periferia como una tesis provocadora que él no ha abandonado en todos estos años. Agrega:
«Creo que gran parte de lo que llevamos del siglo XXI prosigue con las mismas contrariedades literarias de las décadas precedentes entre los que aspiran –o pujan– para que la vinculación histórica entre identidad, literatura y territorio no desaparezca en la llanura hiperconectada total y los que diagnostican factualmente que aquella vinculación nunca ha sido decisiva literariamente o, si ha sido relevante, ya ha expirado en el dropbox planetario. Por ello, creo que si algo aporta este libro es la de poner en cuestión la globalización –o bobalización– como proceso unilateral y vertical bajo una ficción de horizontalidad».
El centralismo el santiaguismo sigue aferrando sus codiciosas garras a las decisiones culturales y legitimantes del arte en desigual contienda. A la validación a través de los premios que entregan los amigos a los otros amigos. A la mafiosa y matonesca manera de hacer lobby. A la repartija de los fondos con sus cuestionables cupos regionales, y que terminan siendo aquel único motor al que aspirar que permite mantener encendidas y rugientes a las editoriales, talleres, ferias, encuentros y medios como el nuestro.
Seguimos y seguiremos en nuestra provinciana trinchera.
Pongo, con rabiosa esperanza, punto final a este texto con el último mensaje intercambiado con Rosabetty Muñoz:
—¿Sigue siendo el centralino un animal indiferente?
—Sí, lo sigue siendo. Cada vez nos importa menos.
(*) Los retratos para este artículo fueron cedidos a excepción del señalado.
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