En una esquina de 2 poniente con 8 norte contamos el tiempo donde estuvimos antes aquí, con las personas que permitieron dar forma a las historias y los escritos que solo tienen sentido alrededor de esta calle, sin ellas el encuentro hubiese sido en otro café y alterada estaría la nostalgia.
Por Tabata Yáñez
Un lápiz grafito y acabado, mordido casi hasta el final, reemplaza fácilmente el cigarro en la boca de Guillermo. Podríamos haber fumado pero nos perdimos en el viaje de la conversación que comenzamos naturalmente de inmediato, como si nos conociéramos un poco. El aire no es pesado y él tampoco, está fresco, algo clásico en Viña del Mar. Me pregunta qué he leído de Ximena Rivera, su hermana, y le digo que su obra completa, es una de mis poetas favoritas. Pero no le menciono que su libro más reciente, por el que estamos aquí, me atrajo tanto como los versos de ella, omitiendo el parecido no solo familiar.
2 Poniente (a Ximena Rivera) (Mundana Ediciones, 2023) es una publicación que se me hizo corta, de prosa y en verso, sin un formato que haya visto antes y que devoré en una tarde motivada por las imágenes que creaba de una memoria suya, pero parecía, a veces, de Ximena y luego, extrañamente, mía, sobre esta calle viñamarina. Fueron los años y lugares de la infancia de Guillermo y Ximena. Más allá de nuestra mesa, me indica, está la casa, «está a la mitad, era de dos pisos, se cayó».
Guillermo también es poeta y profesor. Publicó El Tractatus y otros poemas (2005), y Comedia de Chile (2007, premio Mejores Obras Literarias del CNCA) y editó compilaciones de Ennio Moltedo, de Juan Cameron (2011) y de poesía española contemporánea. Obtuvo la primera mención en poesía en el Concurso Casa de las Américas, Cuba 2010- 2011. Sus poemas han sido publicados en revistas de Chile, México y Argentina.
–Aprovechando que 2 poniente es una calle que aún no desaparece, que ambos hemos recorrido y que justamente lleva el nombre de tu libro, te propuse juntarnos aquí, ¿qué te parece?, ¿es bueno volver al barrio?
–Me pareció buenísima la idea de venir al barrio, aunque en mi caso, no sé. La Herta Müller tiene algo precioso, que dice «todo lo que tengo lo llevo conmigo». Yo siento eso de acá, el lugar donde esté lo llevo conmigo, es como que hablo con la Xime más de lo que se supone. El libro, no tengo una explicación del por qué, es un modo de continuar ese diálogo. Converso con ella a través de lo que siempre hicimos de chicos en esto de la literatura, en esto de los escritos, en esto de mostrarnos las cosas. Entonces volver al barrio es como un viaje en el tiempo.
–Cuando te leía sentía todo el rato que estaba en ese otro tiempo o frecuencia, que no conocía pero me parecía de todos modos familiar. Yo no soy de acá, no crecí acá, pero sí he vivido estas calles y me emocionó lograr entrar en tu memoria.
–Hay algo que tiene que ver con cómo nos conectamos a través de la voz. Para mí era muy importante el tono, lo auditivo. Era importante entonces dar ese tono del diálogo, en qué frecuencia conversábamos y esa frecuencia mantenerla. En cierto sentido también el libro es un homenaje a la Xime. Es homenajear esa frecuencia auditiva entre nosotros. A veces jugábamos a suponer que los poetas tenían más de un oído. Tiene que ver con esa sensibilidad de los sentidos que nos llevaba a algo que no era lo cotidiano, que te permitía romperlo, entrar en otros mundos, recorrerlos. No era una reproducción de lo cotidiano, era entrar al revés, buscar brechas o anclajes que no estaban a través de nosotros. Fue el primer acercamiento a todo lo que íbamos a leer después, a esos autores que nos iban a acompañar siempre, a la escritura de poesía, su escucha, al diálogo y esta amistad tan inusual.

–¿Qué fue primero: la escritura de estas memorias o la idea de escribirlas para su publicación?
–Fue el impacto de la muerte de la Xime. Pero yo escribí sobre ella siempre, sobre Pepe [la pareja de la poeta] igual y sobre mi mundo, porque eran parte de mi mundo, como escribíamos sobre mi abuela. Estaba viviendo en Valparaíso, la Xime había muerto, había pasado un mes y lo primero fue la poesía. Recuerdo haberme sentado una mañana y escribir. Pocas veces me resulta así. No me detuve. Al final viene lo primero, después traté de captar lo que era 2 poniente, los aspectos, el mundo de la lengua materna. En este mundo cotidiano había brechas que nosotros no sabíamos que era arte. No nos dábamos cuenta. Eso después iba a ser parte constitutiva de nuestra formación. Tenemos una formación literaria como elegida instintivamente, o sea estábamos en el vacío. Entramos por una puerta bien especial, que yo le llamo la puerta, no lo veíamos como una profesión.
–Yo no diría que estas son tus memorias, pueden serlo, pero me parecen compartidas. Son tus memorias pero al mismo tiempo creo que no.
–Eso es super bonito. Una memoria plural. Yo creo que se cumple en la medida que aparece eso que estoy diciendo, en el momento en que tu discurso está absolutamente descolonizado, como algo a dos voces. O sea, era como decir cantemos juntos un rato, leamos juntos, leímos juntos muchas veces con la Xime. Leamos juntos, cantemos juntos, estemos juntos.
–Yo tengo un hermano también pero no esa complicidad. Por eso me sorprende la complicidad entre tú y Ximena que noto más ahora en persona y lo que está en el libro. Ese poder de hablar por el otro. Por ejemplo, tú dices, «nosotros no necesitábamos» o «nosotros pensábamos».
–Esa complicidad era así, la teníamos en el humor, éramos grandes amigos con la Xime. No éramos solo hermanos. Nos entreteníamos juntos, jugábamos mucho al naipe, cuestiones que aquí [en el libro] no abordé. Íbamos a la hípica, pasábamos tardes enteras en el Sporting viendo los caballos, ahí conocimos a Juan Luis Martínez. Ahora respondiendo a lo tuyo de las complicidades, creo que sí, tiene que ver con el tiempo. Lo que estás planteando de tu hermano, quizás, cuando alguno no esté las cosas aparecen de otro modo.
–Ustedes dos me parecen casi como mellizos.
–Teníamos la suerte de ser así, claro, casi como gemelos pero ella decía algo que me llamaba mucho la atención. Le conté que un amigo, Moltedo, me dijo una vez: «¿Dos hermanos poetas? lo encuentro muy raro». Y para mí era absolutamente natural, era lo que había vivido siempre, ni siquiera me había hecho esa pregunta. No tenía respuesta para esto. Entonces le cuento a la Xime y me dice: ah, es que venimos de la misma matriz. Y yo le respondí: todos los hermanos vienen de la misma matriz.
–Quizás se refería a otra matriz.
–De ahí viene. Había que escucharlo con el segundo oído, era lo otro, el germen. Nos volvíamos locos cuando leíamos cosas como lo de La diosa blanca, ¿ustedes conocen el mito de la diosa blanca? que es el mito de la poesía. Nos sentábamos a hablar de estas cosas, lo que estoy haciendo con ustedes son conversaciones con la Xime.

–¿Qué tipo de hermano eras, el mayor que cuida o el que cuidaban?
–El mayor. Yo creo que siempre cuidé a la Xime, ya mal a veces, me equivoqué, metí las patas veinte mil veces.
–Hay una parte del libro que narrabas que pasaban cosas en la casa y que en un momento se confundía un poco la realidad y lograste confundirte de algún modo.
–Claro. No podía, ¿pero sabes qué? Eso ya yo creo que es otro plano, un plano que se puede humanizar demasiado porque tiene que ver con el dolor, uno de mis dolores más fuertes fue cuando a los diecisiete tuve que ir al psiquiátrico y verla ahí.

–¿Qué hace del territorio la literatura y escritura?
–Varias cosas, lo modifica, lo altera, lo significa, lo resignifica, lo niega, lo trastoca, lo desplaza, tantas cosas, lo fija, pero todo eso sucediendo en un movimiento, como una orquesta. Puede ser con cierto vértigo pero hace todo eso. Le da otro anclaje, lo subvierte, lo transforma en otra cosa. Puede ser peligroso y al mismo tiempo puede ser dócil, puede ser el lugar que convoca pero también el lugar que nos expulsa. Yo me preguntaba quién queda de este territorio para decir algo. Quién va a decir algo de esas vías y de una vida tan importante como la de la misma Xime, es tan importante como Moltedo.
–Más allá de que haya sido tu hermana.
–Es que está la otra parte, está la Xime que es mi amiga y está la Xime escritora, poeta. Entonces, de repente estoy hablando de la Xime poeta ahora. Podíamos hablar de un libro de Borges o podíamos hablar de la tía Rosa o del perro que tuvimos de chicos.
–¿Qué hubiese sido de tu escritura o de tu vida sin 2 poniente?, ¿te lo has imaginado?
–Nunca. Absolutamente un desastre. Es que, a ver, hiciste una pregunta que a la Xime le encantaría. Nos encantaba la antropología. Buscábamos esa mirada antropológica o metafísica. Eso que tú dijiste, lo que está diciendo de la misma matriz, sí es de otra cosa, es sanguíneo pero se está refiriendo a otra cosa.
«Nosotros vamos como super relajado, estamos en otro tiempo, así caminamos con la Xime», termina contando mientras caminamos por 2 poniente en dirección a la casa. El pasaje de la vuelta se llama Dolores.
(*) Retratos de Kika Francisca González.
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