Ignacia Coll
Provincianos Editores
100 páginas
SOBRE LA AUTORA
Licenciada en Literatura Creativa y profesora de Lenguaje y Comunicación por la Universidad Diego Portales. Obtuvo la beca de la Fundación Neruda el 2010. En 2014 recibió, por esta novela, el Premio Roberto Bolaño y una mención honrosa en el concurso literario Pedro de Oña. En 2022 fundó la comunidad online bectionary.com . Los siguientes fragmentos fueron elegidos por la editorial limachina para nosotrxs:
ánfora:
Me pregunto si las llenarán con las cenizas de los verdaderos perros muertos o si los cremarán a todos y cuando las cenizas están a granel, como la harina en los mercados, van sacando y rellenando estos recipientes de greda con un cucharón. Pensaba esto mientras miraba el recipiente de greda que contiene a Daisy en la sala de estar. Ella, al igual que yo, vivíamos con mi tía y se podría decir que las dos teníamos algo en común: la acompañábamos. Cuando miraba ese recipiente (no me gusta la palabra «recipiente», pero no se me ocurre otra manera de nombrar el objeto) me preguntaba qué pasa si ladra otro perro ahí dentro y Daisy convertida en polvo llora en una casa ajena. O qué pasa si en cada recipiente hay una mezcla de muchos perros (cenizas quiltras) y se mezclan todas las razas. Se mezclan perros muertos que nunca pensaron en llegar a conocerse. Quizá descansan juntos dos perros que podrían haber sido amantes o haber tenido cachorros pero no. Parece que ya no quiero que me cremen.
diccionario:
Esto es como una cárcel. Me muevo por dentro, por todas las palabras, pero no puedo salir. Mi único consuelo es que puedo agregar palabras infinitamente, pero sigo encerrada en este formato, que creí que me favorecería. Es el lector quien decide por mí, quien ve cómo construirme a partir de la palabra escogida.
espontáneo:
Me acordé de una vez que mi hermana se cayó a la piscina chica que teníamos en Santiago, andando en bicicleta. Fui testigo de eso y me encantó la imagen. Se me quedó grabada. Le dije que yo quería que me pasara lo mismo. Ella lo encontró estúpido. El día que lo hice se lo comenté antes y le pedí que no les dijera a los papás que esto sucedería a propósito. Me preparé y empecé a dar vueltas por la piscina. Ya a la segunda vuelta, cuando me sentí preparada, me tiré. No fue como yo quería; tenía expectativas muy altas. Con eso aprendí que es mejor que las cosas pasen espontáneamente y asumí que fue mi hermana quien tuvo la fortuna de sentir realmente esa experiencia.
experimento:
Barclay y Wellman en su investigación «Autobiographical Memory» seleccionaron a diez personas para que durante una semana anotaran todo lo que hacían en el día. Después de esto, pasados cuatro meses, los contactaban y les leían las cosas que habían hecho, agregando algunas que podrían haber hecho pero no hicieron. La mayoría de las personas no se daba cuenta de la operación y creían que habían hecho todo lo que les era leído.
guatero:
No sé qué miedo tienen las mujeres de mi familia que se alteran cuando se toca el tema de los guateros. Yo, hasta los dieciocho años, nunca le había echado agua hervida a uno porque mi mamá se preocupaba. Me imaginaba que echarle agua era casi un ritual al cual yo no era digna de asistir. Solo lo veía llegar en manos de mi mamá o de mi papá todas las noches de invierno antes de ducharme. El guatero me esperaba sobre la cama envuelto en mi pijama. En las noches no lo movía mucho porque supuestamente se podía abrir (aunque nunca he conocido a alguien al que le haya pasado). Después nos cambiamos a los guateros de semillas, que eran verdaderamente inofensivos y solo se metían al microondas por tres minutos. Pero tampoco me dejaban calentar esos. No, mentira, nunca tan exageradas.
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