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Entrevistas

Claudia Donoso: reflexiones y puntos de vista sobre la escritura crítica

Excéntrica y extrovertida, honesta y grata. Una entrevista con Claudia Donoso en Balmaceda Arte Joven sobre el oficio periodístico y crítico.

Por Fernanda Jelves

El 26 de septiembre se llevó a cabo un nuevo lanzamiento del medio digital Plataforma Crítica, el cual se compone de exparticipantes del Laboratorio de Escritura Territorial (LET), quienes escriben artículos acerca de la literatura de la V Región. Para esta ocasión, la periodista cultural, artista y escritora Claudia Donoso nos acompañó en una entrevista abierta, donde pudimos conversar sobre el estado actual y los desafíos del periodismo cultural y la crítica literaria en Chile.

El eslogan del evento: «Periodismo Cultural: Desde lo analógico al digital», es totalmente conveniente cuando se trata de promocionar a una escritora que viene ejerciendo el oficio desde los años ochenta en Chile. Claudia se consolida como una de las figuras más importantes del periodismo cultural de la época, quien no solo destacó por su agudeza periodística, sino que también por la gran amistad que lograba con aquellos que eran entrevistados por ella.

Tomando en cuenta la visita de Claudia Donoso a BAJ y el mes en donde se conmemoran los cincuenta años del Golpe de Estado, me interesé por la práctica del periodismo cultural en los tiempos de dictadura, cómo es que se lograba funcionar.

¿Qué características tenía el periodismo cultural en ese entonces?, ¿has participado durante esta década en el periodismo cultural?

–Vi lo que me mandaron de Plataforma Crítica y ahora mismo, mirando para atrás, de repente me admira: el trabajo de diseño, lo encuentro fantástico, súper atractivo. Lo encuentro inesperadamente sofisticado también. Y esto de la autoría me parece un tema muy importante porque lo encuentro insólito, digamos, encuentro muy especial esto de darle a los autores que ingresan a la plataforma escribir sin atenerse a un formato. En todas las revistas que yo trabajé siempre había que adaptarse a una especie de estilo de la revista. Cuestión que, a mí, por un lado, ya es razonable, ¿no? Pero, por otro lado, es como una imposición. No dejan a la gente escribir desde su escritura, desde su mundo, no como para una diversidad de voces.

Luego, yo ejercí el periodismo entre el 77’ y el 92’. Me pasó que en agosto no sé por qué enchufé con el golpe, pero fue una cosa no problemática, sino que algo sentí. Tengo mala memoria, no me acuerdo de casi nada. En la época en que yo trabajé, en ese momento histórico, no había tantos medios. Estaba la revista Hoy, pero no había editoriales, en realidad la oferta periodística era bien limitada.

Digamos en el contexto de la dictadura, de las revistas en que yo trabajé, en el APSI, por ejemplo, y después de ese 92’ pasé a trabajar a la revista Caras, y después a la revista Paula donde estuve once años hasta el 2007. Y ahí hice crisis, digamos con esto de escribir crónicas, en estos formatos prediseñados.

Y también por las maneras en que se hacían las pautas porque es un periodismo que se alimenta de sí mismo, o sea, de lo que sale en los otros medios, entonces, si sale un artículo sobre Boric, se van copiando los entrevistados, entonces, yo lo que reclamaba, le reclamé a la directora que era una tipa súper capaz y buena onda. Le dije, cómo es posible que yo esté encerrada todo el tiempo y siendo incapaz de salir a otros lugares para recibir alimentaciones diversas. Entonces me dijo, la directora, «Ah, ¿o sea que tú quieres venir mediodía?» Sí, le dije yo, sería fantástico y más me gustaría venir en la tarde, le dije, porque en la tarde en realidad, es un tiempo en que me dan muchas ganas de dormir. Y ahí me cortó la cabeza de una y fue muy perjudicial para mí. Entonces la rapidez no es mi fuerte.

Me rebajaron el sueldo porque como iba a ir la mitad del día, la mitad del sueldo. Entonces ahí no se medía la calidad del trabajo, sino que se medía cuántos artículos uno hacía al mes. En un determinado momento, se me acumuló una súper depresión y no podía seguir, no podía escribir. Y de ahí me arreglé mediante un subterfugio económico bastante impresentable, que son los subarriendos de una casa que yo misma arrendaba, de eso vivo hasta hoy. Pero esa instancia a mí me liberó de trabajar. Me dio una libertad impensable.

Y, de ahí en adelante, yo quería desformatearme. La cabeza sentía que la tenía formateada por estos años de repetir y repetir lo mismo, en este caso está bastante marcado por el área cultural. Yo me avengo con los artistas, navego con los escritores, me avengo con los creadores en realidad. Entonces mi angustia era esto de tener formateada la cabeza y decidí, opté digamos, por la soledad total, o sea corté con todo. Y dije «cuando me den, cuando surjan las ganas de hacer algo, ahí me voy a levantar de la cama, no antes».

Fernanda junto a Claudia, al cierre de la actividad de lanzamiento anual de Plataforma Crítica.

En una entrevista del 2015 mencionabas que no te gustaba la sensación de tener «el sartén por el mango», este poder que tenía uno sobre la persona que se entrevistaba y que producía algo sobre tu sensibilidad que quizás fue lo que produjo tu abandono a la escritura periodística.

–Bueno yo nunca me sentí periodista. A mí la contingencia me pasa así por encima y no, no es que no me interese, pero no soy periodista. No tengo motivación para estar informada de lo que pasa en el mundo. Igual un poco sí. Básicamente me gané la vida con justamente mi cercanía con el tema de los artistas, porque parece que yo soy artista. Entonces comprendía mucho mejor los procesos creativos y eso fue importante también en mi época de periodista, me sacó, por supuesto, del egocentrismo de estar interesada en mi propio ombligo y nada más, o sea, yo tuve obligatoriamente que ir a un choque de trenes, tener que ir a las a las protestas, a las poblaciones –aunque eso por supuesto, me motivaba porque después salía el relato–, pero creo que el periodismo sí me aportó, sin duda, yo creo que de ahí uno sale sabiendo muchas cosas y, en ese sentido, como una contradicción, este oficio no deja mucho tiempo y te come el material personal. Eso sí, había que leer mucho para hacer ciertas entrevistas, o sea, por ejemplo, para Armando Uribe yo tenía que leer, entonces también me sirvió para instruirme, ya lo demás es puramente autodidactismo.

–Claudia, en la actualidad, a diferencia de tu época como periodista, hay más libertad para sentir y expresar estos sentimientos. ¿Tú crees que la sensibilidad puede jugar un rol importante en el periodista?

–Eso se junta con esta frase que es que el periodista se queda con la sartén por el mango. El periodista va y extrae material de un otro y no hay ninguna intervención de este último, o sea, el otro queda atado de manos, para que hagan lo que quieran con lo que supuestamente se dijo. No sólo lo he visto, sino que lo he vivido y tenía decidido no volver a dar una entrevista nunca más en mi vida por justamente eso. Hay una especie de estupidez en el periodista que cree que es lo más genial que hay… ¿porque saca una frase?

Y si uno les dice: «sabes que, esto te lo voy a conversar a ti, pero esto es privado, quizás puedas entender mejor con esta información». Se saltan el off the record, y absolutamente quedan con la sartén por el mango y traicionan. También por falta de sensibilidad, y por tontera, por estupidez, por sentirse la última chupada del mate. Y, finalmente, con este poder de mierda se le puede causar mucho daño al entrevistado, como a mí me lo hizo un periodista de La Tercera. Todo lo que yo le dije, o sea, «por favor, no digas eso», e hizo la crónica entera con todo lo privado que le conté, cuestión que me valió un rompimiento muy serio con una persona de mi familia.

Y así sucesivamente, después otra periodista que estaban haciendo una cosa, supuestamente seria, para la Universidad de Talca, que querían entrevistar a periodistas y escritores, me solicitaron como escritora, en ese caso, y yo lo que le dije a la periodista: «no pongas esto», que tenía que ver con una crítica muy frívola y despectiva a la revista Paula. Y bueno, eso lo puso. El compromiso era que me enviara de vuelta ese escrito, me lo mandó y yo le taché, que por favor sacara eso. Finalmente lo publicó. Entonces, ¿entiendes?

Pero con la gente que tiene que ver con el conocimiento, con el área cultural o social, lo que me han aportado, de vuelta los entrevistados, a los que yo les he mostrado, lo único que hicieron fue aportarme. Entonces es como una contradicción súper grande.

Y la otra cosa que me desespera en el periodismo es el protagonismo que se toma en las entrevistas, esto de querer aparecer como inteligente, de hacer unas preguntas larguísimas. O sea, el protagonismo que toma el periodista me parece lo más criticable del mundo. Y creo que en las áreas que a mí me tocó la gracia es tirarle la lengua al otro, no para que se tropiece y se resbale en una cáscara de plátano, sino que para estimularlo a que exprese y darle la tranquilidad para que transmita. Eso es lo que tiene que hacer una entrevista, transmitir. Está bien, uno puede ir con una pauta, pero sobre todo para traicionar la pauta porque al tocarle unos puntos al entrevistado que de repente hace tilín, entonces el tipo empieza a entregar, o la tipa empieza a entregar una cosa completamente inesperada de una calidad maravillosa, y se trabaja con eso. Pero la pregunta, así como puntual, toda esa cuestión vale callampa.

–Claudia, tomando en cuenta esto que mencionas, este rechazo a las pautas, la estructura de los medios tradicionales… has pasado varias entrevistas al formato libro. ¿Este cambio de los medios al libro te ha entregado esa libertad que anhelabas?

–Bueno, estamos hablando de dos libros, sacados de mi archivo. Yo no pensé jamás en hacer un libro con mi trabajo periodístico, una persona que recopiló todo mi trabajo insistió y fotocopió todo. Y ya voy, dibujo con este material, me senté en la mesa cuando lo recibí. Bueno era tarde, tenía mucho sueño y no lo iba a leer, pero digamos que eso tiene que ver con libros, con la posibilidad de hacer libros con esas memorias, el tema de la memoria. Y como tengo mucho material, soy muy desordenada también, tengo que estar de ánimo para emprender algo. Ahí tengo varios muertos encajonados, y eso puede convertirse en libro.

El diálogo contempló la lectura de fragmentos de lo que hoy escribe Donoso.

También has escrito, ya como literatura, el Insectario amoroso. Un libro que no sé si tú lo catalogarías como narrativo, debido a sus fragmentos, que se van entrelazando en algún momento.

–Yo me doy cuenta de que soy una persona muy dispersa. Sistemáticamente, no soy un intelectual. Soy una persona que no funciona mucho con la razón, ya que me acarrea muchos problemas. Dado esta forma mía, dispersa, de pensar, de sentir también, se me ha dado el fragmento. Cosas cortas. Para poder vehicular mi pulsión literaria, que existe. Cada cierto tiempo uno dice «soy un fraude, esto es mentira». O sea, ¿para qué insisto en esta cuestión? ¿Para qué?

¿Por qué no me relajo?, hago mindfulness y empiezo a comer sano y dejo de fumar. Pero es un vaivén, sí. Yo ya estoy frita, digamos, no sé cuándo me voy a morir, pero no en mucho tiempo más, creo yo, porque mucho abuso.

Parece que no puedo repetir cosas. Por ejemplo, el collage tuvo una época, duró como tres años. Aquí está mi amigo del alma, Emilio. Él llegó a mi casa un día y le dije que estaba haciendo unas de estas cosas, entonces me dijo que haga una exposición. Ya, hice una primera exposición acá en Valparaíso, después hice en el 2018 una exposición en la galería D21 de Santiago. Y además vendí. Pero se acabó de repente. Dije «ya me lo sé de memoria, como funciona». Y se terminó.

Y ahora de vuelta a la escritura. Me interesa lo nuevo, o sea mezclar cosas. Por ejemplo, estoy viendo el mezclar imágenes y texto. En este caso, collage con texto, que son como tú dices, son fragmentarios. A mí el fragmento parece que es lo que me funciona, es casi una manera de escribir, o sea, yo puedo funcionar con mil piezas distintas y armar algo que proviene de esas piezas que andan flotando, y que se transforme en un todo, que arroja otra cosa. Experimental si tú quieres, pero es lo mío.

Tengo varios libros funcionando. Tengo dos libros, digamos que provienen de mi archivo, uno es con Adolfo [Couve]. Pintor, escritor. Y el otro es con Armando Uribe. Y en lo literario sí, tengo unos tres, que se pueden convertir en dos, o tal vez en uno.

(*) Fotos de Kika Francisca González.

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