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Perfiles

Catalina Zamora: altavoz del Aconcagua

Este año la escritora calerana obtuvo una mención en el concurso Marta Brunet para mujeres latinoamericanas. Un justo reconocimiento y una excusa perfecta para conocer la trastienda de una clave de las letras regionales.

Por Javiera Astorga

Tomar las riendas del problema de la centralización de la literatura es algo que hallo tremendamente admirable. Desde poner en palestra a las pequeñas ciudades de la región que demuestran tener pulso, hasta dedicarse al arte, y luchar por él. Retratar a Catalina Zamora pasó de ser una tarea, ya importante por sí misma, a ser un honor.

En mi camino investigativo, escuchaba un extracto de una entrevista de la Radio La Calera a Catalina. Estaba por comenzar lo bueno: «(…) Empezamos haciendo antologías de los trabajos que se generaban en el taller, y posteriormente el círculo literario, que se pasó a llamar. Y de ahí nos dimos cuenta de la necesidad de publicar, porque a veces…» y la pantalla pasa a mostrar a Catalina y el entrevistador en el estudio, continuando la conversación, pero sin sus voces. Y ahí me quedé: un poco frustrada, y un poco emocionada por tener que descubrir por mi cuenta las experiencias de la editora en nuestro territorio.

No puedo evitar castigarme por no haber sabido antes de Catalina, o de GS Libros, habiendo sido vecinas por tanto tiempo. Lamentablemente las primeras aproximaciones a la literatura son a los universales, a los renombres; los libros vienen de tan lejos, cultivados en tierras extrañas, ¿no? Qué alivio saber que no es así. De hecho, a través de mi búsqueda me doy cuenta de numerosos eventos y/o encuentros relacionados a la literatura en Quillota y La Calera. No solo de su existencia misma, sino de todos los que me he perdido por estar viviendo en Viña. La centralización es un golpe en la guata.

Porque si bien yo soy de Quillota, mi papá y su familia son de Calera de toda la vida (desde ahora, solo «Calera», para que hablemos como nativos), mi mamá lleva trabajando años allí, y hasta mi primera pega fue calerana. Sin duda es un territorio al que me siento conectada. Quizás somos la mayoría los quillotanos que guardamos estrecha relación con nuestras pequeñas comunas vecinas. Catalina creció en la Manuel Rodríguez y vivió en la Cemento, nombres sumamente familiares. Es muy lindo encontrarse con espacios comunes en la esfera literata, pero suele ser más una sorpresa, una extrañeza placentera. Un «tú también» que remueve el polvo, que alivia la desolación.

También es interesante la importancia de otra provincia en el camino de Catalina. Copiapó se alza como un personaje crucial en su recorrido por la literatura («muy regionalistas», lo describe); es que allí se gesta uno de los trabajos más importantes tanto de la escritora calerana como a nivel nacional (me atrevo a declarar). Es la antología de Rosario Orrego en la que participó, publicada por allá en el 2003, y con una segunda edición en 2016. Una investigación literaria e histórica que fue un punto de inflexión en la revaloración de la literatura femenina. Catalina recalca la influencia directa de los movimientos feministas de los últimos años en el nuevo reconocimiento de la autora decimonónica.

Zamora fue editora y compiladora del volumen que trajo del olvido a Rosario Orrego.

Un obstáculo con el que lidia el trabajo de Catalina es el reconocimiento. Es una pelea desde el «margen», esa es una de las palabras que ella elige para describir la dinámica literaria en Calera. Si bien el centralismo parte en Santiago, en el interior va pegando de forma sucesiva: la capital, luego la capital regional, luego la capital provincial. Quillota es la que más suerte tiene por acá.

SG Libros es la única editorial calerana, dirigida por ella misma. Me comenta del compañerismo entre las editoriales vecinas, la existencia de Corazón de Hueso, Queltehue Rojo, Mitómano Comics, que son todas quillotanas. Ese es solo un nivel de la pelea del centralismo, el más inmediato. Por otro lado, frente al Gran Valparaíso, el trabajo editorial en el interior es percibido como poco profesional, atrapado en el estereotipo artesano. Catalina a través de SG Libros quiere despojarse de los prejuicios, estableciendo una editorial fuerte, con una visión y una imagen. La Colección Aconcagua, lanzada el 2021, se alza como el primer hito de la editorial, con cinco textos de escritores locales, financiado por el Fondo del Libro y la Lectura. «Fue un golpe», señala, pero noto su orgullo al contarme sobre este primer paso hacia la profesionalización. La dirección editorial en las manos de Catalina es sólida. No solo desde lo literario, sino «también como empresa», cosa que también me hace despertar. Que lo literario funciona con gestión y economía. 

Fuera de su labor propia como autora, Zamora es editora en GS Libros, editorial de las nuevas letras caleranas.

Todo esto lo hace desde una trinchera de estudios informales, pero no se llama así misma autodidacta. De partida, tiene veinte años de experiencia (y de reconocimientos), y ha adquirido sabiduría a través de distintos medios. «No tengo un diploma porque no te dan no más», me dice con ligereza. La experiencia le ha otorgado las herramientas, sabe de inmediato «dónde un texto está desafinando». Es por eso que, si bien escribe, disfruta bastante de la edición, que en GS Libros se basa en un trabajo colaborativo y horizontal, a la par con los autores.

En ese sentido, me parecía importante conocer cómo observa Catalina desde lo editorial el desenvolvimiento y personalidad de las letras de la provincia, si es que hay algo que diferencie las historias caleranas del resto, particularmente frente a Quillota, su asumida contrincante. Me comenta que la literatura calerana es obrera, que no es para nada azaroso, puesto que Calera históricamente ha sido un asentamiento industrial, y desde su misma fundación estuvo sujeta a la producción minera («La Cemento» que mencioné al comienzo, es una población aledaña a la fábrica de Cemento Melón, en sus orígenes para los mismos trabajadores). Catalina me cuenta que se nota en la literatura lo marginal; la ciudad está «a un paso de ser zona de sacrificio». Son pulsiones que decantan en un «lenguaje más rudo».

La perspectiva feminista con la que elige posicionar su editorial viene de lo que ha observado: no solo lo complicado de encontrar escritoras mujeres, sino de encontrar escritoras «feministas»; prejuicios sobre la edad en que empiezan a escribir las mujeres, y un tema gigante que hay con la maternidad. Le confesé mi inquietud de la que hago mención al inicio, sobre los primeros acercamientos a la literatura siendo «al canon», no dejando espacio para lo que está aquí mismo. Resulta que le sucede lo mismo: «yo escribía como un hombre, incluso», afirma aludiendo a la inevitable imitación de lo que es conocido y valorado, lo masculino-europeo, antes de que podamos encontrarnos a nosotros mismos.

La conversación que tuve con Catalina quedará guardada en mi corazón. Tener referentes femeninos locales que se desempeñen en el rubro literario es algo sumamente necesario, algo que yo no tenía hasta conocerla. Demuestra que podemos luchar por generar espacios para el arte, y que no es una pelea en vano. Incluso, me concedió una primicia sobre sus proyectos a mediano plazo. Si bien no revelaré ningún detalle, me parece suficiente comentar que es un futuro brillante y esperanzador. Labores como las que realiza Catalina Zamora junto con GS Libros son valiosísimas: demostrar que tenemos voz, y amplificarlas.

(*) Retratos de Kika Francisca González.

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