Librería Altazor, El café Samoiedo chico y el Restaurante La Granola. Tres puntos dentro de la geografía viñamarina que hicieron posible la rigurosa poesía de Sergio Madrid.
Por Fernanda Jelves
Poeta y docente, Sergio Madrid se establece como uno de los artistas vivos más importantes de la V Región. Si bien nació en la costa iquiqueña en el año 1967, a los tres años renueva su residencia hacia Viña del Mar, ciudad que, contrario a lo que podría pensarse, no marcaría de manera predominante su poesía. Publica su primer libro Voz de Locura (1988) a temprana edad.
«Lo que la lira no cantó / tal vez el viento lo cantaba repetidamente. / Pero de algo estoy seguro: / – el poeta nada dijo».
Librería Altazor
Dentro del ambiente literario de los 80’, en Viña del Mar yacía la librería Altazor, ubicada por ese entonces en el Paseo Nuevo Centro en Avenida Libertad con 1 Norte. Sergio, un adolescente en aquellos momentos, se inserta en esta nueva red de artistas que lo formarían como poeta. En este espacio pudo reconocer como visitantes a Nicanor Parra, Omar Lara, Enrique Lihn, José Donoso, entre otros. Dicho lugar fue determinante, y aún lo es en la añoranza, para Madrid. Bajo la influencia del local, se da origen al grupo «Retaguardia de la Vanguardia» –en contraparte del grupo de Valparaíso «El Trombo Azul», con Marcelo Novoa–, con quienes publicó un libro homónimo en 1992. En su trayecto, se vuelve cercano a poetas como Virgilio Rodríguez y Juan José Daneri.
Restaurant La Granola
Caído en el terremoto del 85’, el lugar mantiene los comienzos de la poesía de Sergio Madrid y de estas redes de poetas con las que iba establecer conexión para toda la vida. Mauricio Barrientos, poeta sureño, se une a la «Retaguardia de la Vanguardia» para comenzar la nueva generación de poesía viñamarina. Generación, que por lo demás, vivió el contexto político de manera muy distinta a las figuras literarias con las que frecuentaban en estos espacios. Los tres lugares mencionados se volvieron preciados para esta promoción de artistas amateurs, que no por haberlo experienciado de distinta forma significa que no la hayan vivido.
Café Samoiedo chico
Galería Florida. Otro punto de reunión de jóvenes o no tan jóvenes escritores, poetas novatos y con experiencia. En base al contexto político y social del país, estos espacios de difusión y recreación artística eran esenciales para desarrollarse como escritores. El café Samoiedo chico era una extensión del «grande», y las reuniones de estos intelectuales, como dice Madrid, eran frecuentes en el lugar. Nos comenta que era recurrente la visita de Juan Luis Martínez, a quien Sergio le mantiene un afecto notable. En la escena aparece Alex von Bischhoffshausen. En 1993 se publica Los novios de Ariadna del conjunto poético viñamarino.
En los 90’, egresado de la carrera de Literatura, se empieza a desempeñar como profesor en el Instituto de Arte de la Católica de Valparaíso, profesión que mantiene hasta hoy. Práctica recurrente, el mantener poetas como profesores en la educación superior, no obstante, Sergio le hace la cruz:
一No tengo doctorado, nunca he seguido estudios posteriores y ni me interesa tampoco. Nunca me he metido a la carrera académica, entonces, me siento como liberado de esa influencia inversa que no creo que sea necesariamente positiva, o yo no siento que para mí fuera buena, por lo menos. Yo creo que la poesía es calle. Ahora, es interesante, sí, que las universidades puedan recoger esto, buscar y encontrar espacios donde la poesía pueda desarrollarse, pero la poesía tiene que salir a la calle, tiene que secularizarse de la Academia. No se puede quedar encerrada ahí.
La poesía es calle
Sujeto de una vida bohemia como poeta, Madrid, a finales de los 90’, se va a vivir a Valparaíso, ciudad que sí afectaría directamente a su obra y donde escribiría su trilogía «El Universo Menos El Sol». Publicó El universo menos el sol (2000), Elegía para antes de levantarse (2004) y Cadáveres (2007). Cada uno representando las imágenes de la noche, el amanecer y el día, respectivamente. El título se basa en John Donne y su Elegía para antes de acostarse, inverso al acto de desvestir a una mujer y el encuentro amoroso, ahora es el desencuentro amoroso. La poesía de Madrid tiene mucho del desamor urbano. La imagen de levantarse, de la mañana, la imposibilidad de salir a un mundo alienado. El borde de la cama, salir de esta es caer al abismo.
A pesar de la influencia de Valparaíso en los versos de Madrid, su postura era crítica a esta, intentaba desmitificar el territorio, enterrar el chovinismo de la ciudad y su poesía, a pesar de que esta le influyera, no quiere reducir su obra al puerto, que no era más que «su París».
«periodistas con pluma sentimental describen / escaleras que llevan la mirada al cielo / sin embargo con sus propios pies bajan / esos mismos peldaños de piedra gastada / umbría de olores, evaden con el zapato / un ratón más ágil que la historia / porque ahí los portuarios políticos / olvidan la sabia tecnología»
«Prosa de Valparaíso»
一Es que, en Valparaíso, por lo menos en esos años se hicieron, por ejemplo, antologías de la poesía de Valparaíso. Yo nunca he compartido eso, nunca estuve de acuerdo con eso, aunque me incluían. Pero nunca estuve de acuerdo porque me parecía súper chovinista, digamos, me preguntaba: ¿por qué una antología poética de Valparaíso?, ¿por qué no una antología de la poesía chilena o hacer una antología de la poesía? O de una generación, pero ¿por qué de Valparaíso? Ahora, ¿por qué es así? Porque estaba la ilusión, diría yo, de que en Valparaíso se hacía muy buena poesía, mejor que en Villa Alemana o Quilpué.
Su libro Cadáveres, el cual se maneja con la imagen del día, vendría a ser su libro más político, en sus propias palabras. Todo aquello que se revela ante la luz, que se hace visible y se expone. Nos representa su desencanto con la vida urbana y política, nos muestra un mundo sin dirección y alienado en donde existe una cierta falsificación de la realidad. La censura fue determinante, cuando se publicaba en dictadura, se daba el aviso mediante papeles, en una especie de secreto a voces, como una actividad underground.
«hoy en que ya nada / quiere parecerse a otra cosa / la luna se volvió contra el sol / y el atardecer se despidió de la noche / en una soledad separada de sí misma / si cada ciudadano hoy por hoy / estuviera realizando un sueño / podríamos estar celebrando / no haber pronosticado nuestras vidas / y de haber impuesto al tiempo la aventura»
Para entender a Sergio Madrid y su obra, no debemos posicionarlo con sus contemporáneos. Aunque su poesía puede entenderse como «tradicional», si la comparamos a la de Juan Luis Martínez, por ejemplo, sí mantiene temas, tópicos posmodernos. Su postura frente a la vida, frente a la ciudad no es convencional ni habitual. Estamos acostumbrados a poesías que glorifican y toman como musa a la ciudad porteña, pero no recordamos el crítico a la ciudad, desde la ciudad, todo lo contrario. Por eso es interesante leer su poesía, su trayectoria, su juicio a través de la observación y las vivencias.
La labor de la docencia ha sobrepasado a la de poeta. A pesar de que no se considera un profesor, sino más bien como un artista, un poeta que da clases, su poesía no ha transcurrido en los últimos años, se siente un sabor a desinterés o desilusión por la escritura y su rol social en su semblante. Postula que, en aquel entonces, cuando la censura predominaba en la sociedad, la poesía era mucho más interesante para el público, el meterse a nichos, ocultos y con invitaciones como un secreto a voces le daba más participación a la gente en un país donde uno no se podía expresar, había una necesidad.
一Yo pensaba [la poesía] como una actividad pública, por eso hacíamos recitales, lanzamientos y muchos talleres. Para mí, un poeta es una persona pública, por eso es complicado: un personaje público en un mundo donde el poeta no existe, de por sí hay un problema. ¿Para qué publicar un libro en un círculo que no le interesa el libro? ¿Qué urgencia tenemos? Si ya nadie lo requiere.
(*) Fotos de Kika Francisca González.
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