Revelación de un mundo, la selección obsesiva (y pirata) de Corazón de Hueso.
Revelación de un mundo me cayó del cielo, al estar con una pierna rota y el yeso desde el pie hasta la cadera. Mi imposibilidad de salir al mundo real después de dos meses (ya casi tres) me ha mantenido con las emociones revueltas (y un poco histérica), es por eso que las palabras de Clarice Lispector son un vientito en la nuca, una canción suave, una conversación, un latido después de haber estado medio muerta.
La selección de textos es de la editorial independiente quillotana Corazón de Hueso (¡vaya nombre!). Y, no saben la emoción que siento al tener el objeto en mis manos. Es un librito de colección, su textura se siente muy bien al tacto, sus hojas son gruesas y firmes. Al ojearlo, veo que es la copia número cinco, no sé por qué pero eso me hace sentir especial. También incluye un sobre (¡gracias!) con tres imágenes de esa Lispector femme fatale (de hecho, en una se muerde la punta del dedo meñique con los dientes) con un cigarro en la mano y su mirada de caracal a punto de cazar una presa. Tan hermosa.
No soy una mujer de prólogos, debo admitirlo. Pero, a pesar de que este no es la excepción (sentí un poco de vergüenza ajena con el primer párrafo y no es nada personal, no es más que mi problema con los prólogos), tiene algo que lo conecta con la misma ingenuidad con la que Clarice juguetea en sus textos, y anuncian que esta selección es un capricho (preciosa palabra han elegido) hecho desde un impulso, desde el desorden, desde la obsesión. Eso para mí, lo es todo. Es lo que busco al relacionarme con un autor o autora: que su escritura me pegue en la cara para no poder pensar en otra cosa y fluir en lo que la misma intuición me vaya guiando. Hundirme en ella y perderme. Si no es así, no quiero nada.
Me descubro sonriendo desde el comienzo. Clarice, en el fondo, me mira o me conoce, así se siente. Cada tanto se me paran los pelos o me lagrimean los ojos. Está bien, asumo mi intensidad, pero también la de nuestra escritora. Como cuando toma detalles insignificantes y los convierte en algo magnífico. Tanto así, como si sus palabras fueran destellos de luz. Una tela que en su cuerpo es pura vida, eso me vuelve loca. Cree en las casualidades y fantasías y eso nos convierte en amigas.
«Es esa tela a la que con mi cuerpo doy cuerpo. Ah, ¿cómo puede un simple paño ganar tanta vida? Mis cabellos, hoy lavados y secados con el sol de la terraza, son de la seda más antigua. ¿Linda? Ni un poco, pero mujer».
Es delicada, tal vez sin querer serlo. Me recuerda mucho a la estética coquette, que está tan de moda. Mujeres vestidas de blanco, un poco tristes, con los labios pintados de rojo, las mejillas rosadas, embriagadas de poesía y rosas perfumadas. Algo así. Sobre todo cuando vuelvo a tomar su foto y la veo con su delineado perfecto. Es que es emocional, más que nada, y también un poco inocente, guardando hojas en su cartera, las que le caen en el cabello cuando camina por debajo de los árboles. La imagino despistada. Ella dice que lo único que tiene es un cuerpo y yo también: la siento.
«Morir debe ser así: por algún motivo estar tan cansado que sólo el sueño de la muerte compensa. Morir a veces parece un egoísmo. Pero quien muere a veces mucho lo necesita».
Lispector tiene una cercanía con la política, hay un par de textos dentro de la selección, aunque no pareciera ser su temática por naturaleza (con esto no quiero despolitizarla); más bien, si llega a esas conclusiones, llega porque su misma emocionalidad la ha hecho empatizar con la humanidad. Es muy diferente a otros escritores que llevan carreras políticas. No es ni frívola ni robótica. Se abre el pecho a sí misma y le vemos los huesos.
Para quienes escribimos es inspirador y muy bonito entender la manera caótica que tiene de ver el mundo. Clarice ha comentado en entrevistas que no escribe para la gente.
Eso mismo te hace pensar y re-pensar en los formatos. No se sostiene en estructuras. O quizás sí y estoy inventando. Nada más me estoy dejando llevar por lo sensorial. ¿Cuánto escribimos?, ¿qué decimos de todo lo que tenemos que decir?, y, ¿qué callamos cuando callamos? Al final del día, el silencio también es importante. De alguna manera nos invita a fluir.
«Escribo ahora porque necesito dinero. Lo que era quedarme callada. Hay cosas que nunca escribí, y moriré sin haberlas escrito. Por ningún dinero. Hay un gran silencio dentro de mí. Y ese silencio ha sido la fuente de mis palabras. Y del silencio ha llegado lo que es más precioso que todo: el silencio propio».
No me sorprende que Corazón de Hueso haya seleccionado a una escritora como Clarice Lispector, considerando que ella misma nos dice que siente placer con la revuelta. Es soñadora y se deja caer en las peripecias de la vida misma porque hace de sí misma, una revuelta. Es tan embriagadora que te invita a conocerla, con sus contradicciones y sus pensamientos y sus brumas mentales. Así como así, ella hace parecer que emocionarse es fácil y sacarlo afuera, aún más.
«Sé, y tal vez algunos sepan que si tengo peligro también tengo pureza. Y ella sólo es peligrosa para quién tiene peligro dentro de sí. La pureza de la que hablo es límpida: hasta las cosas malas una acepta. Y tienen gusto a vestido de gasa».
El punto es que, ¡me rehúso a bajar la intensidad con respecto a las palabras que estoy escribiendo aquí! Lo único que puedo hacer es prometer nada más que sinceridad respecto al fuego que llevo dentro y lo mucho que este se ha encendido al leer a esta mujer en este periodo tan complejo para mí. Me sentí acompañada, abrazada, de alguna manera comprendida. Es por eso que espero que mis palabras enciendan la inquietud en ustedes, algún calorcito también, que les entusiasme a conversar con Clarice Lispector y puedan caer plácidamente en sus brazos para leer Revelación de un mundo y sentir y llorar sin miedo a quemarse por dentro.
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