La primera edición nacional de los versos de Susy Shock es entregada desde Putaendo por Ginecosofía.
Por Teodora Inostroza
Susy Shock, escritora, actriz, cantante y docente argentina –aunque a ella le gusta más la definición de travesti sudaca, la de la buena vida y poca vergüenza–, nos regala, en esta selección de poemas, imágenes que nos pasean por toda una vereda hasta el arcoíris trans que te hace la cuna, arcoíris que tanto protagonismo tiene en sus escritos.
Aullido en la vereda es el título que da nombre a este libro, en una linda edición por Ginecosofía Ediciones, a cargo de Pabla Pérez San Martín quien, además, fue la encargada del compilado.

Hoy en día hay una exigencia mayor cuando se trata de atravesar los textos con el cuerpo, por eso comencé la lectura con mucho temor de toparme con poemas panfletarios sin más. Sin embargo, a medida que fui avanzando, me fui desprendiendo de aquel miedo para entenderme cada vez mejor con Susy y comprender su lenguaje y sus códigos, que parecieran ser tan únicos de ella, aunque no por eso menos sencillos.
En sus páginas podemos encontrar mucha calle, aunque no necesariamente violenta. Enseña que afuera, donde hay peligro, también se despliega el cariño. Nos encontramos también con su conexión tran(s)andina con Pedro Lemebel. Nos habla de la teta abuela travesti que cuida a sus amigas, la que ampara, la que recoge, la que te soba, la que cobija. En ese ámbito y en sus propias palabras, el texto «te mece, te mece, te mece».
«En el velorio del que te dije,
nos estamos bailando una cueca,
rompiendo los tacos de tanta alegría»
Cada tanto, aparecen imágenes estenopeicas de mujeres cisgénero embarazadas o cargando bebés. Supongo que deberían complementar la lectura, aunque fue bastante difícil conectarlas con la poesía de Susy Shock ya que esas corporalidades y madres hubieran quedado mejor para cualquier otro libro de Ginecosofía, no para poesía trans, comprendiendo que los agenciamientos trans/travestis prescinden de los mecanismos tradicionales de una familia heteronormada y se forman no con destino de sangre, sino con un destino afectivo y de sobrevivencia.
Que otros sean lo normal, esa es una de las tesis que nos plantea. Y con ello entrega toda su lucha. Debo reconocer que no pude quedarme sólo con lo leído ya que Susy te invita, con sus palabras que parecieran estar elegidas delicadamente, a conocerla: su voz es tan fuerte que necesitas verla.
«Yo reivindico mi derecho a ser un monstruo,
ni varón ni mujer,
ni XXY ni H2O.
Yo, monstruo de mi deseo,
carne de cada una de mis pinceladas,
lienzo azul de mi cuerpo,
pintora de mi andar,
no quiero más títulos que cargar»
Entre tanta dulzura travesti hay escondida una que otra metralleta, la furia disparando contra machitos de izquierda, esos que buscan revoluciones pero tiran a las travestis debajo de la alfombra. Dispara también contra el binarismo, no sólo de género, sino del binomio como construcción general, porque ella no es ni lo uno ni lo otro. Y, sobre todo, en contra de la norma. Todo esto muy ajeno a la ciencia, a la biología, sin pensarlo mucho, sin ponerle tanta cabeza, más bien con un corazón «que late, que late, que late».
«esa bandera no siempre la cargan los militantes
que tan a la izquierda les da vergüencita de derecha llevarla]
tan padrecitos de familia que son al final
con hijos como dios quiere y manda al final»
Como dice Meli Wortman en el prólogo al inicio del compilado, si algo saben hacer las travestis es reinventarse. De esta forma, nos hace ver en sus páginas a la muerte debilitada, buscando víctimas y no pudiendo con ellas. Nos invita a reflexionar ssobre si acaso vale más contar muertas que mirar alrededor y ver que hay travas buscándose la vida, marcando el camino. Tal como lo hace Susy Shock, que ha dejado el camino marcado para que otras puedan recorrerlo, haciendo activismo, cantando, educando, escribiendo poesía, escribiendo Aullido en la vereda.
(*) Ilustración de Vladimir Morgado.
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