Menú
Crónicas

Dividirse el P(l)an

Víctor Rojas Farías prende la grabadora para escuchar los cantos y vidas de un personaje de la canción local porteña y sintetizarlos en Jorge William. Persona y personaje (Inubicalistas, 2021).

Por Diego Armijo

Por la puerta trasera de la micro se sube el cantante. Sentado en los asientos a los que da la espalda, es posible fijarse en más cosas además de su canto. El mango de la guitarra, por ejemplo, está desgastado en las zonas de los acordes más usados por el cantante. Se ve la mano moverse por esas zonas, mientras el rasgueo suena apresurado, sin afinación. En su introducción, sin sonido, el cantante explica su repertorio latinoamericano. Primero lanza «Sobreviviendo» de Víctor Heredia, para continuar con «La joya del Pacífico».

De la canción de Heredia no canta el último verso. Será el tiempo que –estima– duran el recorrido y sus detenciones lo que lo obligan a la exclusión. El escenario, en movimiento, cruzado por los ruidos de conversaciones, celulares sin el sonido bloqueado, la calle y la micro misma, no es el más apto. Pero es un comienzo. Otros han tenido que plantarse, de pequeños, en medio del escenario de tierra de un circo pobre en algún cerro de Valparaíso. Ser, aún niño, el cantante de rancheras y boleros en el American Bar, en el teatro Odeón de Playa Ancha y los circos que se levantaban en los cerros, como el Noli, en Cordillera, el Marilyn, en Toro y el Rinz, en Las Perdices. 

Cosas como aquel primer canto y sus locales son las que Jorge William relata de la mano articuladora de Víctor Rojas Farías en el libro Jorge William. Persona y personaje (Inubicalistas, 2021).

Por ejemplo, un recuerdo infantil de niño circense:

«Un número impresionante se llamaba “la cena de fuego” y consistía simplemente en un hombre delgado que, al parecer, tragaba fuego y lo escupía como si fuera un dragón. En mi mente infantil, cuando lo veía en la pista, lo veía como el rey de las llamas, un poderoso señor. Y luego, cuando comíamos, me parecía extraño que no quisiera ponerle ají a la cazuela, pues le hacía mal para el estómago, y que enfriara la sopa soplándola o echándole agua.»

Un recuerdo de más viejo, en medio de la proclamación de Valparaíso como Patrimonio de la Humanidad:

«Se hizo, en la plaza Sotomayor, un tremendo espectáculo. Globos de colores. Luces especiales. Focos. Y, por supuesto, un show. Lucho Barros salió cinco veces seguidas a cantar la “La joya del Pacífico”, y el gran cantor que popularizó esa canción antes ya acá, Jorge Farías, estaba abajo, mirando. Los organizadores del espectáculo, por supuesto, eran santiaguinos. No sabían, no tenían por qué saber.»

Jorge William, cargando esa historia con zonas desgastadas, como una guitarra de cantante viajero, va exponiendo el desarrollo y cambio de Valparaíso. Un lugar común es decir que en el libro figura como un testigo de su época. Pero es mejor decir que sus vivencias como cantante se articulan dentro de las historias de otros que lo complementan. Es en esta armonía de sujetos donde conoce a Ricardo García, dueño del mítico sello Alerce (en el que Silvio Rodríguez editaba su música en Chile), y casi casi graba un casete con él, pero García muere antes de que esto pase. Años atrás, en sus inicios, se sorprende al poder recorrer cantando los locales de La Cuadra, en donde quedaban el Yako, El Bambi, el American Bar, el Roland, el Scandinavian, el Trole, lugares, se infla de pecho William, por los que también pasaron Louis Amstrong y Carlos Gardel.

Quizá el acto más interesante en el que se vio involucrado fue su participación en la película El circo más pequeño del mundo, de Joris Ivens. Experiencia tenía en lo relacionado con el mundo del circo, no sólo en cantar, sino también en dirigir la instalación de la carpa y en sus arreglos posteriores. Fue en uno de estos pololitos, siendo Jorge William siempre un artista que se codeaba con sus contemporáneas, donde se le pidió arreglar la carpa de las hermanas Hilda, Jackelinne y Violeta Parra. Aunque él dice que no era carpa de circo, más bien una «ramada cubierta con géneros». Volviendo a la película del director de Valparaíso, fue William quién armó la escenografía, que sería parte del documental homónimo a la ciudad, pero que terminó siendo una cosa aparte. Tanto empeño por dejar todo listo, pero justo cuando se grabó Jorge William tenía que cantar en un cabaret.

Su debut cinematográfico no pudo ser de la mano de Ivens, sino en unas escenas de Valparaíso, mi amor (1969), en donde rasguña las estrellas. Allí vemos a los personajes entrar a Las Cachás Grandes, en donde Jorge Farías canta «La joya del Pacífico». Presente está Jorge William, aunque no lo vemos. La cámara sólo enfoca la guitarra que toca acompañando a Farías. Su mano se logra reconocer pues, dice, se identifica la uñeta tan característica que sólo él usaba.

Un corte. Dictadura. Los locales se cierran. De noche ya no se puede tocar. Para solucionar un poco la cosa, los artistas se organizan y se dirigen a hablar con la autoridad regional que la dictadura ha nombrado. Los recibe, pero les cierra la puerta diciendo que nadie tiene él que hablar con ellos.

Jorge William, siguiendo el ejemplo de Angelo Macchiavello, compositor de los Blue Splendors, quien puso un negocio de llenado de galones de gas en su casa, busca otra manera de seguir trabajando. Consigue, poco a poco, instalarse con un quiosco. Está en eso hasta que su mujer muere y el negocio pasa a uno de sus hijos. Él ya ni abría. Buscando, como siempre, le empiezan a picar las manos. Sale a buscar dónde tocar. Por los restoranes del Mercado Puerto canta frente a los comensales. Primero, eso sí, le genera rechazo, pero se va soltando. Así, va recorriendo local a local, juntando monedas que le dan por sus canciones. Hasta que aparece otro problema: Los Chuchos. Hay días que toca con empeño y le aplauden, pero ya no hay monedas, pues antes pasaron Los Chuchos. Es, entonces, en un acuerdo de artistas, que deciden dividirse el Plan: El Almendral para Los Chuchos, Barrio Puerto para Jorge William y otros.

(*) Ilustración de Vladimir Morgado.

Sin comentarios

    Leave a Reply