«Hola, me llamo Otto Etraud/ Toto Duarte. Nací y crecí en Canal Beagle, un cerro al costado del estero Marga-Marga. Una parte de mí ha sido/ es ilustrador, diseñador gráfico, editor, fabricante de miniaturas, ambientalista de sets y activista intersexual.»
Por Iván Rivera
I. El viaje
En el último mural pintado por Toto en un skatepark de Bogotá (Colombia) se puede leer la frase:«Soy un monstruo que aprendió a hablar.» Ese aprender a hablar se puede interpretar como el manejo que tiene el autor para concebir y acompañar su obra (gráfica y verbal) en todo su proceso productivo. Aprender a hablar es poder articular un lenguaje, y en el caso de Toto, es el lenguaje del libro, o bien de cada plataforma en donde la escritura circula y se expresa.
Desde 2015 Toto autopublica sus libros, entre los que destacan los títulos Quiero ser azul (2018), Missing (2018) y Nuestras historias son diferentes pero hay ejes en común (2020). Pero los libros no son el único soporte en donde manifiesta sus ideas y emociones. Toto no ve la escritura como una práctica que se sustenta a sí misma, sino que la concibe siempre aplicada a un soporte de expresión y difusión.
Frases como «Ya no me da miedo atravesar el dolor», «El río llora, el río sueña» o «Si el corazón crece, todo entra todo pasa. Persevera en lo pequeño» sonparte de la poética que Toto nos dejó en las calles de Valparaíso, Viña y Quillota antes de que le llegara una sorpresiva invitación a una residencia en el Taller Colmillo de Bogotá (Colombia). Hace unos días me encontré con una foto de Toto Duarte en donde se le ve conduciendo una bicicleta anclada a un kiosko ambulante en medio de una ciudad tropical.
–Por lo que me has contado, la mayoría de tus viajes son autogestionados. ¿Cómo llegaste a esta residencia?
–Todo ocurrió después de una videollamada. Luego de ponernos al día y hablar de nuestra experiencia en pandemia, Dany me preguntó si tenía planes para este año, si tenía trabajo o algo que me estuviera anclando a Valparaíso. Yo le dije no;
«mi trabajo siempre ha sido estar yo, mi computador, un scanner y algo para dibujar.»
Me dijeron que estaban postulando a una beca distrital, una especie de Fondart colombiano. La invitación era para residir en Taller Colmillo (http://tallercolmillo.com) y ayudarles con el desarrollo de un festival de fanzines llamado Fanzinetopia. Les chiques mandaron a construir una especie de bicicleta-carrito-kiosko ambulante. Es como un Transformer: se despliega de varias formas y al mismo tiempo es un muestrario de fanzines que se instala en el espacio público. La idea es que la gente se pueda acercar a tomar un taller rápido de zines, dibujo, hasta grabado. Todo esto lo hablamos en julio de este año. Es la primera vez que me invitan a algo en donde no tengo que desembolsar por completo dinero de mi bolsillo.
–¿En qué momento se empezó a tejer esta red? ¿Cómo es que de un día para otro te llaman para ofrecerte esta residencia en Colombia?
–Todo comienza cuando conocí a Sara La Torre, una amiga que hace fanzines y que tiene una editorial que se llama Soma Publicaciones y una imprenta de risografía. Llegó a Valpo en 2015 y no conocía a muchas personas. Sara es una persona que gusta de conocer, indagar, por eso un día me escribió por internet: «¡Hola! Me llamo Sara y estoy acá en Valpo, me dijeron que haces fanzines y me gustaría conocerte.» Recuerdo que en ese momento estaba haciendo muchas cosas y nos costó coincidir, pero finalmente Sara un día llegó a La Finca y enganchamos, gran amistad. Desde entonces Sara nos dejó la invitación de ir a Perú.
En 2018, con Camil Barral, en un momento de pseudolocura nos compramos un pasaje sólo de ida para visitar a Sara. Nuestra intención era activar un tour fanzinero y coincidió que en Colombia estaba ocurriendo el festival Entreviñetas, que es una instancia muy importante para el cómic y la ilustración en Latinoamérica. Con Sara y Cami les escribimos y les enviamos una especie de dossier de cada une con propuestas de talleres y laboratorios. Nos autoinvitamos, básicamente, jaja. De ahí nos respondieron y nos dijeron que sí, que fuéramos. Entonces llegamos a Bogotá en septiembre de 2018 y cuando estábamos buscando dónde alojar aparecieron los Colmillos.
–Para ti, ¿cuál es la diferencia entre un fanzine y una publicación artesanal?
–Objetivamente no veo tanta diferencia. Para mí, los zines son libros e intento no hacer esa distinción. Pero sí, reconozco que es distinto decir «hice un libro» a «hice un fanzine». Cuando dices «hice un fanzine», te imaginas que la persona hizo todo: creó el contenido, lo digitalizó, diagramó, imprimió, se encargó de comprar el papel, de buscar una impresión que sea buena, de encuadernarlo, de refilarlo, de hacerle fotos, distribuirlo, moverlo. Hay un trabajo más grande. En cambio, si dices «hice un libro», la noción cambia completamente: entregaste el material y otra persona te editó, lo publicó y ya.
La diferencia para mí está en que, al decir «hice un fanzine», estás dando a conocer que la cadena de producción es distinta.
–¿Tendrá que ver con el contenido mayoritariamente gráfico que incluye un fanzine en comparación con una publicación convencional?
–Sí, los fanzines son producidos sobre todo por gente que dibuja, que hace cómics o fotografía. Pero también hay mucha gente que escribe, hace relatos, escritura, poesía y que a sus publicaciones las llaman fanzines.
II. La emoción
Antes de emprender su viaje a Colombia, Toto se encargó de lanzar su página web (https://ottoetraud.com/), donde reúne una amplia variedad de técnicas que conforman su trabajo artístico, como editor y su activismo. Este último se desarrolla desde su participación en la Comunidad Intersex Pacífico Sur, en donde Toto hace uso del cómic y el dibujo para narrar experiencias intersexuales y al mismo tiempo desmitificar los juicios, estigmatizaciones y patologizaciones que se tienen sobre estos cuerpos. Sin embargo, este activismo no pasa sólo por la escritura, sino que también encuentra su manifestación en soportes como el mural, la cerámica y el diseño.
–¿Cuál es la matriz de estos saberes, quehaceres o desarrollos artísticos? ¿En dónde convergen estas técnicas?
–Me pasa mucho que veo a alguien haciendo algo y me dan ganas de saber si yo soy capaz de hacer algo similar. Siento que tengo una capacidad de observación que me permite aprender lenguajes nuevos rápidamente, como si fueran una fórmula. No sé si hay una matriz, ¿seré yo la matriz? Mi cuerpo, jaja. No sé cuál es la matriz.
–Dentro de tus prácticas visuales, ¿cómo llegas a la escritura como herramienta o al libro como soporte?
–Voy a partir por el libro. Me encanta hacer zines y libros, me gusta pensar en el recorrido de un libro y en la experiencia de recorrerlo. Que la persona se conmueva y que sienta que está entrando en un espacio íntimo, construido y cuidado por mí. Me gusta pensar e intencionar la fuerza o el poder que puede tener ese objeto en las personas.
La mayoría de las cosas que he publicado como autor surgen cuando termino una libreta o acumulo una serie de dibujos y escritos de una temporada. Siento que mi relación con la escritura tiene que ver con conocerme.
que vivo una vida distinta a la de otros humanos en términos de historial de vida, de cuerpo. Y hay pocos registros de personas intersexuales o de personas que habitan una corporalidad y una territorialidad distinta. Me gusta la idea de que en el futuro alguien pueda tomar algo que escribí y decir: «Esta persona vivió hace cien años y me apaña que haya escrito este tipo de reflexiones para no sentirse tan solo.» Me gusta pensar que personas intersexuales del futuro se puedan encontrar con estos relatos y sentirse acompañades.
–¿Estructuras tus emociones a través de las técnicas artísticas?
–Me pasa que haciendo algo, ya sea dibujar, escribir, cerámica o un bordado, lo que construyo se entreteje con lo que estoy sintiendo. Todo lo que hago es una memoria o archivo de mi historial emocional. No sé si es tan bueno, en verdad, pero es evidente.
La gente puede saber muy bien cuando la Toto está en una, triste o feliz, qué se yo. Permito esa permeabilidad con lo que hago y siento.
–¿Fue una decisión trabajar solamente a través de cadenas o redes afectivas para desarrollar tus trabajos? Pienso en tu relación con Taller Colmillo, Abasto Serigrafía, La Finca.
–No puedo permanecer en un lugar donde me siento incómoda o donde no siento afecto o ganas reales de permanecer. Va por ahí, soy un animal de manada que requiere afecto, cariño, atención.
III. La máscara
Muchas personas creen que autopublicarse puede ser un desgaste energético o bien una práctica que aspira a la autosuficiencia. Sin embargo, Eric Schierloh (editorial Barba de Abejas), en su visita a Valparaíso en 2020, mencionó que la autopublicación es más bien un gesto de resistencia frente al mercado editorial. Toto, por su parte, nos señala que el fanzine irrumpe con la cadena de montaje que conlleva la producción de un libro; aquí no hablamos de industria sino de oficio.
–El oficio irrumpe con la noción de trabajo a la que estamos acostumbrados ya que, por lo que cuentas, este se ve potenciado por una red socioafectiva ¿Es así?
–En el rato que llevas entrevistándome me he sentido de pronto un ser muy privilegiado, sobre todo en torno a la creación y a las posibilidades de poder materializar cosas. Afortunadamente, he creado vínculos y afectos con personas que también se mueven, practican y trabajan desde distintos oficios y son esas amistades las me han facilitado este acceso.
–¿La autopublicación no es, entonces, un ejercicio individualista?
–Yo creo que la mayoría de las veces es bastante colectivo. Tendrías que ser alguien con mucha plata y muy mateo para poder lograrlo por ti solo. Pienso en un póster que tiene Tamy en su casa que dice «Nadie salva a nadie pero nadie se salva solo». Siento que es así.
En lo colectivo y lo colaborativo hay una gran ilusión. Siento que es un tema que hay que desenmascarar.
Me explico: si una persona que recién está activando su oficio o labor creativa lee esto, va a decir: «¡Oh! Qué fantasía la vida de los artistas en Chile, que pueden publicar, imprimir, exponer y estar terrible piola». Uno a veces proyecta esa imagen, pero en verdad en lo colectivo también hay un montón de incomodidades. La más común y omitida es cachar que unos hacen más que otros. De este aspecto no se habla tanto. Hay gente que está agotada y que quisiera de pronto mandar todo a la mierda, pero no puede porque hay que sostener esos espacios comunes.
Por otro lado, hay prácticas que desde afuera pueden volverse un tanto insoportables, porque los piños o colectivos se vuelven herméticos. Y claro, vivirlo desde dentro es lindo, te sientes parte de una generación de cabres que, estando en la misma, deciden potenciar sus habilidades creativas juntes. Pero estos circuitos se vuelven impermeables, porque estando fuera te hacen sentir que tu trabajo, lo que haces o incluso quién eres no es tan bueno. Es contradictorio, pero sucede. Creo que he estado en ambos lugares.
Mucho de lo que hago o he podido hacer es gracias a que me muevo en espacios donde afortunadamente hay privilegios, y hablo de privilegios que, me consta, han sido ganancias a pulso y gestión de una o más personas. Estar cerca de estos espacios me apaña en poder materializar obras de forma sencilla. Por ejemplo, con Pancho, de Abasto Serigrafía, muchas veces es un: «Oye, quiero imprimir contigo», y claro, trabajamos. Si no tengo dinero para invertir, entonces hacemos una preventa o acordamos formas alternativas de retribución. Eso es algo que no podrías hacer en una imprenta oficial, así que doy gracias de tener esas chances. Creo que eso es algo que se replica en el trabajo autogestionado. Pero ahí va la vuelta, de nuevo, porque también me consta que esos ajustes-desajustes de los términos y condiciones pueden agotar a algunos.
–Eso habla que dentro de la cadena del libro, no todo está interseccionado por el sistema de valor impuesto por el dinero, sino que también puede estar mediado por el trueque, que –pienso– es un modo de resistencia. Además, es bueno que se pueda trabajar por fuera de la burocracia creativa, que interrumpe al fin y al cabo el proceso artístico.
–Sí, está bueno igual. Acceder al financiamiento desde fondos concursables, premios y bla puede ser causa de desmotivación o estancamiento, como dices tú. A veces pienso que llegué a estos espacios porque yo buscaba algo en ellos y ellos buscaban algo en mí. Bueno, así funcionan las relaciones y la vida en general.
(*) Ilustración de Vladimir Morgado.
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