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Entrevistas

LA MILITANCIA INTERIOR DE DIEGO ALFARO PALMA

Poeta, ensayista y, por sobre todas las cosas, distribuidor de libros, acompañamos el sobrevuelo por los trabajos voluntarios de Alfaro Palma.

Por Diego Armijo

ALETEANDO ENTRE NUBES DE HUMO

Con Tordo (Cuneta, 2014; 2021), Diego Alfaro Palma (Limache, 1984) obtuvo el Premio Municipal de Literatura de Santiago, categoría poesía. Debieron pasar siete años para que fuera publicada una segunda edición.

En la solapa, junto a una fotografía sonriente, se enumeran ciertos oficios e intereses del Alfaro Palma de 2014: «Antiespecialista, ciclista y librero». Se le suma a estos el trabajo de distribuidor de libros que actualmente desempeña.

Tordo, ganador del Premio Municipal de Literatura de Santiago 2015, fue recientemente reeditado.

Tordo, desde ese primer vuelo, ha sido publicado en Argentina y traducido parcialmente al inglés, francés, italiano y alemán, para ser publicado en diversas revistas, como, por ejemplo, la de la Biblioteca del Congreso de EE.UU. Tan diversos han sido los viajes migratorios de este libro.

–¿Cómo recibes está segunda edición?

–La verdad es que uno, preguntando y viendo, se da cuenta de que no es muy común que se reediten libros de poesía. De hecho, incluso a mí, que estoy más metido en el mundo de las editoriales, me llamó la atención cuando la gente de Cuneta me escribió. Porque no pensaba que eso pudiera llegar a pasar.

Esta reedición lo tiene contento, comenta. Advierte, sí, que desea guardar la distancia, pues el libro que publicó hace años, dice, ya no le pertenece, sino que es de quienes lo leen. Le agrada que Tordo esté revoloteando sin que él deba vigilarlo con prismáticos. Vidas libres, las del autor y la del libro pajarito.

–Ha sido muy buena la recepción del libro. Las librerías lo han colocado, han salido muy buenas reseñas. Empezó a pasar lo que no había pasado hace siete años. Eso igual, por un lado, me da un poco de risa, de risa alegre, pero por otro me hace confirmar que ese libro tuvo lectores y lectoras que lo compartieron, que lo prestaron. El libro después se volvió difícil de encontrar. Justo ayer alguien me dijo: «Yo lo leí a través del libro de un amigo; ahora que volvió a salir, fui a la librería y lo compré». Me llamó mucho la atención que debe haber sido —Tordo— un secretito a voces.

El flamante libro de textos de poesía chilena.

QUÉ LINDO ES SER VOLUNTARIO

Acaba de aparecer Trabajos voluntarios (Aparte, 2021), en el que reúne una serie de ensayos sobre poesía chilena, aunque Alfaro Palma prefiere referirse a ella como «poesía escrita en Chile». En el texto que hace de introducción, con título homónimo al libro que lo contiene, nos cuenta de sus primeros acercamientos a la poesía en Limache. Jaime, su profesor, los obligaba a recita un poema de memoria.

[…] elegí uno que se llamaba «Poesía», cuyo artífice era Braulio Arenas y que comienza así: «Primero tracé un círculo» […] Luego de esa introducción lo recité con tanta intensidad que me sentí poseído por su fuerza. ¿Qué diablos había ahí adentro? Ni idea, pero me gané la mejor nota, el aplauso y las obras del respetable público. (p. 12)

Desde esta primera lectura surge todo lo demás. El interés por la poesía de Elvira Hernández y Raúl Zurita, el trabajo de edición de la Poesía reunida (UV, 2014) de Cecilia Casanova, y varios poemas. 

–¿Qué te movió a publicar este libro?

–Tenía el título desde que era cabro chico. Esa escena que cuento al principio de que yo fui a una universidad y había un lienzo que decía: «TRABAJOS VOLUNTARIOS». Me dije: algún día tengo que hacer un libro que se llame así. La cosa es que venía reuniendo en un archivo los textos y se los iba compartiendo a algunos amigos. Por ejemplo, al Ignacio Rojas, que es librero, muy buen lector. Él me decía: «Diego, algún día tienes que armar esto como un libro». Yo le respondía: «Por ahora es un archivo».

Fue Guido Arroyo (Alquimia) quien lo alentó a ordenar ese material. También quien le comentó a Rolando Martínez (Aparte) sobre estos textos, con la intención de que lo sumara a la colección que se estaba armando en la editorial. Se dieron el tiempo de filtrar los textos.

–Había muchas cosas de poesía peruana, argentina, en lengua inglesa. Quedó la poesía escrita en Chile. Ese trabajo de armar más o menos el listado, de potenciar los textos, lo hicimos con Gaspar Peñaloza, él aportó un ojo de águila para decirme qué cosas mejorar en los textos.  

Estuvieron un par de meses enlazando los cambios.

–Fue un trabajo colaborativo –concluye Alfaro Palma.

Un aspecto que destaca en estos Trabajos voluntarios es la pasión por hacer algo que nadie paga, pero que moviliza. Allí aparece el concepto de militancia.

–¿Es la poesía una militancia, como dices en Trabajos voluntarios?

–Es una militancia interior. No depende de un dogma, tampoco de una articulación programática, un partido o una comunidad. Podríamos decir que es como una prueba del anarquismo. Es individualista ser poeta, escribir poesía. Tiene que ver mucho con el sentido de la curiosidad, por un lado, con la intuición y el desarrollo de una musculatura en la lectura, con cómo uno va engarzando lecturas, con cómo, como decía Werner Herzog cuando les recomendaba a los documentalistas: «Si ustedes quieren hacer buenas películas, lo primero que tienen que hacer es leer, después, leer y tercero, leer». La escritura de la poesía está superenlazada con eso mismo, con el proceso de lectura, con comprender los procedimientos que ocurren en las escrituras de otras y de otros, y con hacerlos parte también de un trabajo interior.

Sobre esto último, Alfaro Palma profundiza:

–Este es el trabajo voluntario que nadie te paga, que muchas veces no tiene recompensa, pero que fortalece también otras áreas del conocimiento, del autoconocimiento, sobre todo en la dedicación y el no aflojar, la constancia. Eso fue lo que fui explorando. Cómo al leer uno también se lee a sí mismo, el lugar dónde nació, la lengua en la que lee, en la que escribe, la relación con los territorios, con los dispositivos, que sé yo, intelectuales.

Hoy Alfaro está dedicado a la distribución de libros.

CREA UNA CIUDAD EN SU MENTE EL HOMBRE

Alfaro Palma vivió un par de años en Argentina, donde pudo comparar los modos de comportamiento con los nuestros, además del funcionamiento total de una cadena del libro.

–¿Qué aprendiste en Argentina?

–A pararme derecho, primero. A ser directo, sin tanta vuelta. Hay una cosa que tenemos la gente que nacimos y crecimos en las zonas andinas, que es que usamos mucho el pluscuamperfecto. Como que algo viene siendo y que va a terminar siendo. En el Río de la Plata es distinto. Si hablan en presente, es presente perfecto. Directo, concreto.

Allí, frente al atrevimiento general de los argentinos y su poco miedo al ridículo, pudo guiar la construcción de sus Trabajos voluntarios. Si su libro sobre poesía escrita en Chile sería válido, no lo sabía, pero lo publicaría igual.

En el plano de las editoriales observó lo siguiente:

–Todas estas editoriales monumentales, que uno las ve que son como «independientes argentinas», la mayoría sale de gente que viene de una burguesía que invierte en cultura. Editoriales que están en ferias y comparten lugar con editoriales populares, anarquistas y otras hechas en fábricas tomadas. Creo que esa sensación de que se puede compartir y de que se puede trazar un discurso más allá de las clases o del origen de cada cual y que todos pueden impulsar para un lado, ese trabajo colaborativo, creo que es lo que aprendí en Argentina.

–Sobre distribución, ¿qué aprendiste allá?

–Que los libros tienen que estar en todas partes. No saca nada una editora o un editor con publicar un libro que se ganó un fondo y tenerlo en el fondo de la casa. Eso no sirve de nada, porque no es hacer cultura. Los libros tienen que estar desde en el pueblito más pequeño hasta en la metrópolis. Creo que ese es mi proyecto personal con la distribuidora en la que trabajo, hacer que una librería en Limache no tenga nada que envidiarle a una librería en Barcelona. Que el conocimiento llegue.

INDEPENDENCIA CULTURAL

Como agente de ventas de la distribuidora Big Sur, Alfaro Palma se encarga personalmente del posicionamiento de libros en las librerías de la Quinta Región. Si empezó yendo a diez librerías, hoy ya visita más de treinta, pues, dice, han ido apareciendo más.

–¿Cómo ves tú la circulación de los libros en provincia?

–Hay un público lector bien cautivo en la Quinta Región, pero se da por zonas, no es una cosa que esté bien esparcida o totalmente democratizada. Un área es, claramente, Valparaíso-Viña, ese es el sector más importante. Después creo que San Felipe-Los Andes, es otro. Por ahí también sería Limache, Villa Alemana. No sé mucho más al norte, porque no he podido encontrar librerías ahí o proyectos interesantes.

–¿Qué opinión tienes de las editoriales de la región?

–Celebro lo que está haciendo Los Libros del Cardo, Provincianos, Piedra Moya, que es una editorial chiquitita de Limache. Hay gente que está haciendo muy buenos trabajos. Si bien hay editoriales de la Quinta Región que han hecho un trabajo superbueno y superprofesional, siento que hay otras que todavía no logran entender que hay que hacer algo más sustentable, en el sentido de articular mejores catálogos, llegar mejor a las librerías, confiar mejor en ellas, entregarles mejor los contenidos. El librero o la librera es tu puente al lector y eso hay editoriales que todavía no lo entienden.

Frente a esta crítica, Alfaro Palma expone el tema de la profesionalización:

–Creo que, por un lado, es profesionalización del hecho de armar tu catálogo y de armar tu empresa editorial, porque finalmente también es eso. No en el sentido neoliberalizador de la palabra, sino de empresa como este trabajo voluntario también. Yo estoy poniendo mi energía, mi fuerza y estoy trabajando con otros para llevar esto a cabo, para que los libros salgan y se muevan. Que no queden en situaciones estáticas. Que no ocurra esto de que se reseña un libro y nadie lo pueda encontrar en ningún lado. Eso pasa muchísimo.

En Trabajos voluntarios hay textos sobre Rubén Jacob, Ximena Rivera y Cecilia Vicuña, todos poetas que habitaron en la región.

–¿Tienen características en común estas poetas?

–No sé si hay una característica en común. Todos tuvieron procesos muy individuales, muy distintos. Pero quizá, si hay algo que los pudiera unir, sería el hecho de que no dependen de un centro para hacer su escritura. Rubén Jacob no necesitó de Santiago como ciudad que valorizara su poesía. No necesitó del circuito literario de esa capital para hacer su obra o esperar recepción de ella –que yo creo que Rubén nunca la esperó–. Lo mismo la Ximena Rivera. Lo mismo Ennio Moltedo, del que me encantaría escribir, pero sé que tomaría mucho más tiempo. La Cecilia Vicuña, también. Ella se planteó, desde un lugar extraterritorial, una cosa mucho más latinoamericana, una cosa mucho más de rastreo de los orígenes. Creo que si algo los une es no apuntar a esa dependencia cultural de un centro, sino a un trabajo interior, en el interior, y que construye, en cierta forma, su obra con los retazos de esa relación con lo que es la provincia, que en Chile siempre ha sido más importante que el centro. El embudo del país es Santiago, pero eso no significa que lo que llega hasta ahí sea creado allí.

Alfaro regresó a Limache a vivir hace pocos días.

HE AQUÍ EL FINIQUITO DE ESTE OFICIO ATROZ

Desde la revuelta popular, comenta, la poesía ha sido lo más vendido. Hay meses que los versos eclipsan a las novedades de narrativa. Si bien pasa generalmente con libros canónicos o recopilaciones, le parece un proceso interesante. 

–¿Qué títulos están entre los más vendidos?

–La editorial de la Universidad de Valparaíso tuvo varios hits porque generó un precio superasequible para la gente y también por hacer libros muy dignos. La antología de la Violeta Parra es un best seller, increíble. Ahora, la antología que sacaron de José Ángel Cuevas ha ido muy bien. También pienso en las conversaciones en UDP de la Stella Díaz Varín con la Claudia Donoso, a la que le fue excelente; a la biografía, que acaba de aparecer, de César Vallejo, a cargo de Daniel Titinger, le está yendo muy bien. De todas formas, son autores y autoras medianamente consagrados, pero eso está generando también que la gente se vaya a poesía más joven, que quiera ampliar su espectro de lo que se está leyendo. Ahí tienen cabida, justamente, las editoriales que apuestan por poesía –pues, con este mercado, es difícil apostar por un autor joven y armar algo interesante–. Pero creo que cada vez hay más lectoras y lectores se fijan en qué están sacando las editoriales y qué van a leer ellos en el mes.

(*) Fotos de Kika Francisca González.

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