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Entrevistas

Milagros Ábalo: «No hay limitación ni cerco en relación a la escritura»

Esta poeta logra articular el duelo en su último libro Una luz sin borde (Mundana Ediciones, 2021) con la naturalidad que la caracteriza. Acá nos habla sobre eso y de otras cosas, como el hecho de armar algo que no se zanja en una conclusión.

Por Tabata Yáñez

Llegó de Santiago a Viña del Mar con «un buque tan grande», dice, que no es tan fácil mover. Es la primera vez que vive lejos de la capital y, por el momento, de aquí es, o «somos», porque menciona a sus tres hijos. La verdad es que publicó en una editorial de esta región no porque cambiara de casa, sino que surgió antes. Ha generado un «buen fiato con la ciudad», terminará contando.

Milagros Ábalo (1982) es poeta, profesora y editora, aunque confesará que, de esas áreas, le gusta más escribir y leer, pero «una no vive de eso». Ha publicado los libros de poemas La normalidad de una familia (Las Cortaderas Libros, 2012), Esto es (Hueders, 2016), Hábitat (Hueders, 2018) y el que hoy nos convoca, Una luz sin borde (Mundana Ediciones, 2021).

Así como se hace inevitable encuadrar cada línea con una sola emoción, las páginas de este pequeño libro presentan una coherencia abierta a la interpretación de quien ha develado el duelo más allá de la palabra. Entonces, el registro fotográfico en blanco y negro que se une al texto completo no es sólo un agregado, sino parte sustancial del entramado sin bordes.

Milagros no se pone márgenes; sin embargo, puede construir –lo que más adelante mencionará como– lo más cercano a un diario de prosas, versos e imágenes. Hay destellos de memorias, recuerdos, confidencias, suposiciones y lazos:

«Cuatro meses después murió el gato, tenía 5 años. Lo

encontraron en una poza del campo, también se lo

llevaron las aguas. No quiso entrar al otoño, volvió al

verano donde había perdido de vista a su dueña.

*

La lluvia en la ventana de tu madre, de tu

                                                               hermano

de tu padre que da vueltas de su casa a la tuya.

La lluvia lava la tierra, gotea adentro de una

                                     tumba, limpia los huesos.

de tu padre que da vueltas de su casa a la tuya.

La lluvia lava la tierra, gotea adentro de una

                                     tumba, limpia los huesos.

La lluvia en la ventana de todos los que te

                                                 recuerdan este día

el mismo en que nació otra niña como tú.

Aún nos preguntamos por lo que recién

                     comenzaba a volar sobre las aguas.

Los días son una mueca de los que aquí hemos

                                                                  quedado»

*

Nos reunimos digitalmente por razones de fuerza mayor. Espera sentada, con una copa en la mano y en la otra un tabaco, que conectemos bien. No se puede saber si a propósito quedó perfectamente enmarcada en la pantalla, justo al medio, pero así luce natural, muy cercana. Mientras tanto, comenzamos a hablar de lo de siempre en este tipo de encuentros para no perder la conexión que a duras penas concede el internet.

–Leí por ahí que preferías reunirte en persona, ¿cómo es que llegamos a esta virtualidad?

–Yo prefiero en persona también [risas]. Lo que pasa es que hoy estaba con todo y los niños acá; mañana, como es día festivo, estaba más complicada de tiempo. Además, como estaba todo cerrado, no íbamos a encontrar ningún lugar para conversar.

–¿Te rehúsas al mundo digital?

–No, si yo hago clases ya en versión Zoom, así que ya le tomé el ritmo. Antes, no era muy habitual, pero ahora todo se está dando por este medio.

–Respecto a Una luz sin borde, ¿cuándo surgió la decisión de escribirlo?

–La escritura de este libro partió el 2018. Evidentemente, lo gatilla un duelo en particular al que después se van sumando otros. Pero la escritura, que fue de una tirada, es de más o menos ese verano. Luego el libro –ni siquiera el libro, los textos– quedaron ahí. De a poco fui retomando a lo largo de ese tiempo. Iba acercándome de nuevo a esos textos y a toda esa escritura.

–¿Eran poemas sueltos que luego quisiste reunir?

–No, más bien se escribió en ese lapso de tiempo acotado en particular. Después todo ese escrito se va transformando, tomando otras versiones, pero la escritura, la primera, surgió en ese momento de manera natural a esa experiencia y se fue articulando. Fue de un envión.

–Lo pregunto porque como la idea de la muerte atraviesa la obra, me remite a un desgaste emocional fuerte. ¿Qué significó terminar este libro? ¿Fue un desahogo?

–Significa un cierre no total, pero un cierre de un momento crucial. Y más que un desahogo, fue la respuesta a esa experiencia determinada en relación a la muerte de alguien cercano.

–En una entrevista dijiste que había que renunciar a entender la poesía. Entonces, si hay que renunciar a entenderla, ¿qué hay que admitirle?

–No recuerdo precisamente cuál era el contexto, pero me refiero a renunciar a que la poesía pueda entregarte un discurso concreto. De alguna manera, la poesía también va por carriles que se escapan de nuestro control de la comprensión. Más bien, muchas veces, lo que sucede allí con la lectura es una experiencia que convoca los sentidos, la intuición, el pensamiento. No se zanja en una conclusión. No es que una lea un poema y de eso diga: «esto se refiere a tal cosa». Yo creo que la poesía va un paso más adelante, escapando de esa intención de querer dar cuenta de algo concreto.

–¿Por eso la elegiste para contar esta experiencia?

–En el caso de este pequeño libro, no sólo hay poemas, sino también prosa. Responde a algo más cercano, como un diario. Se fue escribiendo en muchos registros porque también respondía a estados diferentes de la escritura. Entonces, hay poemas propiamente tal, pero también hay pasajes más en prosa que no están en ese registro de la poesía o que están en un registro diferente.

–¿Tal vez un híbrido?

–En el fondo, hay algo en relación a los géneros literarios que de repente se escapa de ese concepto. Un registro más continuo, de prosa, se adapta a eso, mientras que un registro más en poema y en verso se puede adaptar a esto otro. Por eso, el libro alude también a una cosa como sin borde, o una luz sin borde, debido a este mismo hecho: no hay limitación ni cerco en relación a la escritura.

–Además, hay fotografías tuyas allí, ¿por qué te decidiste por este registro?

–La verdad es que fue una propuesta que me hizo la editora de Mundana, Macarena García. Entregué el libro sin imágenes y ella me propuso acompañarlo de algunas fotos que tomé. Creía que se armaba ahí una especie de diálogo que tenía sentido. Eran un registro paralelo, pero comunicado con todo lo que aparece allí, pues eran imágenes que corresponden también a ese mismo tiempo. Entonces se produjo esa misma comunicación entre la visualidad y la palabra.

–En ese sentido, ¿cómo percibes o vives la poesía?

–Es difícil decir: «Mira, yo la vivo de tal forma» porque es algo que va sucediendo. Es algo que responde a una especie de intuición, de pensamiento. No escribo con un horizonte concreto, sino por el mismo hecho de estar escribiendo. Se va armando un cuerpo de palabras que responden a una voz, que es la mía. Muchas cosas van contribuyendo y sumando, como la misma lectura, que siempre es una hermana de todas las escrituras, no sólo de la poética. Así se va tejiendo ese universo de palabras.

–O sea, que vives leyendo.

–La lectura siempre está muy presente en el día a día en general. Es una relación con el mundo a través de la lectura.

–Y al ser profesora, ¿cómo la enseñas?

–Como no es un curso destinado a los estudiantes de literatura específicamente, sino para todas las carreras, trato de plantarme frente a eso como una guía en relación a la lectura. De ir dándoles a conocer poetas y acompañarlos en esas lecturas. Conversar sobre sus impresiones. Es más bien una clase abierta de un encuentro dado por la lectura de poesía.

–Y al ser editora, ¿de qué forma la trabajas?

–La edición, en el fondo, es un trabajo de sustento y respeto a la propia escritura. Yo creo que más que edición, es un trabajo de transformación el que va sucediendo, es más que de sacar y corregir algunos textos, que nacen casi como listos, mientras que otros se trabajan más. Pero es distinto el trabajo de edición que yo puedo hacer de un libro concreto de un autor o una autora al de lo mío, son distintas formas.

–Entonces, cuando escribes, ¿lo haces por estar viviendo una experiencia significativa o es a diario?

–La verdad es que siempre estoy escribiendo, para mí es una forma de estar en el mundo. De pronto, puede haber momentos que hacen que a una se le dé la escritura en relación a lo vivido; otras veces no. Siempre trato de estar escribiendo no como un programa, sino como algo natural, una especie de respiración de la vida, de lo que puedo estar viviendo o pensando, las imágenes que tomo, en fin.

–¿Por lo que escribirás toda la vida?

–Ahí hay que distinguir: una cosa es escribir y estar haciéndolo siempre y otra cosa es publicar. Hay muchos autores y autoras que escribieron toda la vida y nunca publicaron. Son dos cosas distintas. Yo lo único que espero es poder escribir porque para mí es algo vital, más allá de que eso se traduzca o no en una publicación. Publicamos también para sacarnos cosas de encima. Pero la escritura, más allá de si se hace pública, es algo que me mantiene viva.

(*) Fotos de Kika Francisca González.

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