Sobre La Gloriosa Historia de San Luis de Quillota (2020).
Creo que fue a principios de 2019 que el Rotten nos comentó que iba a trabajar en el libro sobre el centenario de San Luis de Quillota, uno de los elementos más característicos de la ciudad que lo cobija hace varios años. Para nosotros, su grupo de amigos y que vibramos con la básica emoción del fútbol –según los amargos-, fue algo que celebrar; cualquier cosa que engrose el currículum es bienvenida cálidamente. Y es curioso que ahora seamos más los que tengamos una conexión distinta con este equipo que viste de amarillo y negro, y que ha sufrido bastante en los últimos años.
¿Cómo iba a celebrar su centenario San Luis?
Peleando para evitar el descenso a tercera división (segunda división profesional), mientras su clásico rival, Unión La Calera, jugaba torneos internacionales.
No podía ser de otra manera.
Por mi parte, tuve mi primer trabajo relacionado al periodismo cuando las hice de asistente de comunicaciones para el entonces único miembro que conformaba el departamento de prensa del equipo, por el simbólico monto de cinco lucas por partido; cerca de un año estuve viajando desde Quilpué a Quillota para oficiarlas de community manager.
Mi privilegio: twitteaba los partidos desde el VIP del estadio, con picoteo auspiciado por PF durante el entretiempo.
Mi karma: la desazón por los somníferos encuentros que abundaban, por aquel entonces, en las canchas de San Luis y de otros equipos de la B.
El legado: haber estrechado, aunque fuese una vez, la mano de Lucio Fariña Fernández (sí, el mismo que le da el nombre al estadio), el cual tenía un asiento reservado en las alturas del recinto deportivo.
Por esa razón, cuando el pasado agosto lanzaron La Gloriosa Historia de San Luis de Quillota (2020), era casi obligatorio poder conseguir una copia para mi biblioteca personal. A finales de ese mes llegó el libro a mi casa, bajo la firma de Francisco Manzo Baeza y Roberto Silva Bijit, en una edición de 34 x 28 cms, tapa blanda, albergando en sus 336 páginas los, hasta entonces, cien años del elenco canario. En la primera hoja aparecen los colaboradores, y el nombre del Rotten cierra el listado de la formación que realizó esta conmemoración literaria de la vida del club. Y es que eso viene a ser este texto: la versión oficial de los apuntes históricos de este equipo.
***
Es octubre de 2012, y llevo un par de meses apoyando al departamento de prensa de San Luis. Una inesperada lluvia azotó la región durante la noche anterior al partido contra Magallanes, la Academia del fútbol chileno. Me bajo en la COPEC de Alberdi, y enfilo por Pinto, arteria preferida por los hinchas canarios para llegar al Lucio Fariña Fernández, mientras me distraigo con las pozas que van pintando la calle a medida que avanzo, reflejando en su claridad el manto gris que cubre la ciudad en estos momentos. Ya en el estadio, y a pocos minutos de comenzar el encuentro, la zona mixta está llena de periodistas que reciben la formación de los equipos; en su mayoría reporteros de radios locales que despachan con improvisados micrófonos las alineaciones, entonadas como marchas de guerra, poniendo énfasis en los que creen serán las figuras del cotejo.
El sector VIP, desde donde trabajo, posee unos ventanales gigantescos, donde se ve la totalidad del recinto y la cancha de pasto sintético, que pienso, debe estar bastante pesada por la lluvia de anoche. Al frente tengo a la Ultra Kanaria, barra brava del equipo y que llegó a alentar pese a lo helado de la jornada. Dentro de esta habitación, más larga que ancha, hay colgados cuadros de jugadores que vistieron esta camiseta: distingo al Chupete Suazo, goleador de la campaña en tercera división, mientras que representando al equipo de inicios de los ochentas se encuentra el Pititore Cabrera, famoso por sus volteretas en el aire al celebrar cada gol encajado en las redes rivales.
El pitazo inicial rompe el silencio del estadio, y San Luis comienza perdiendo. Ya a los pocos minutos, goterones empiezan a bailar en el vidrio que está delante mío, persiguiéndose unos a otros, y entre medio trato de observar las acciones del partido, que se van nublando por el vapor del interior. Antes del entretiempo se logra el empate. Me levanto para estirar las piernas, y veo como en las casetas los relatores deportivos comentan lo que ha sido la primera fracción; muecas de incrédula esperanza se arrojan por las puertas. Como si la lluvia fuera un bendito augurio, el equipo logra dar vuelta el encuentro en la segunda parte, y termina goleando a Magallanes por cuatro tantos contra uno. El candor del triunfo, que sabemos es pasajero y aislado, llena este frío ambiente.
***
A medida que voy hojeando el libro, y me detengo en los acontecimientos que considero importantes, aquellos cuadros vuelven a tomar relevancia en mi memoria. Inmortalizados están esos hombres, porque representan lo mejor de un club esforzado como lo es San Luis, pienso. Si bien el libro hace un trabajo interesante en relatar la época antes del profesionalismo, que abarca buena parte de la vida del equipo, creo que después de este punto es donde en verdad se forja una historia, una mística. Es donde aparecen los grandes ídolos, donde surgen también las epopeyas futbolísticas, las épicas de las campañas realizadas que se sintetizan en tres momentos históricos:
La mencionada época de finales de los 70’s y comienzos de los 80’, donde el buen juego desplegado por el equipo permitió a San Luis subir a primera división siendo campeón del ascenso, y además ganar la extinta Copa de Apertura de Segunda División. También aparece los terribles años en Tercera, más de una década jugando en los potreros de los potreros, y que terminaron gracias a los tantos de un calvo jugador venido del planeta gol.
Pero si algo destaca frente al resto, es que el libro viene a poner en valor una historia y una identidad ligada al territorio. Quillota es San Luis, y San Luis es Quillota. Y eso se ejemplifica con una de las mejores campañas del equipo canario en primera, pero que terminó descendiendo por secretaría, en la temporada de 1957. Ese año la Católica terminó última en la tabla, logrando así su segundo descenso en menos de tres años, pero la supuesta mala inscripción de unos jugadores por el cuadro quillotano, que finalizó tercero, generó que la Asociación Central de Fútbol, antecesora a la ANFP, decidiera castigar al equipo restándole 13 puntos y mandándolos directamente a la segunda categoría del balompié nacional. Boicot en contra del pequeño para salvar al grande, decían algunos. Esto llevó a que la población en Quillota se movilizara. Se habla acerca de quince a veinte mil hinchas concentrados en la Plaza de Armas de la ciudad, y que salieron en tren rumbo a la capital para marchar en contra de la decisión del ente rector del fútbol chileno, copando las calles de Santiago y recibiendo el apoyo de la prensa y la gente. Obviamente, nada cambió. Y nada ha cambiado.
Sin comentarios