Siempre hay personas que hacen varias cosas, pocas saben hacerlas todas bien. Aquí la conversación con una de ellas.
Por Tabata Yáñez
En la vivienda de la calle 4 norte (Viña) ya no viven. Es un lugar, sí, donde han residido sus padres, abuelos; muchos hogares pasaron por allí, es el eje en verdad, la “casa familiar”, por eso siempre está en su imaginario. Ahora se cambió, hace poco, durante la cuarentena, por la gruta de Agua Santa porque querían una casa con patio, tiene dos hijos, el encierro en un departamento era difícil. Desde ahí mismo contesta, con la luz de septiembre chocándole la cara, unas plantas, una hamaca (creo) que incomoda, ya no le sirve de asiento. A una habitación blanca se mueve, un escritorio (por lo que veo) le resulta mejor. La puesta en escena es ella frente a la ventana y yo (pareciera estar) del otro lado, entrevistándola a través del vidrio.
Dirá que creció en Santiago pero es y volvió aquí en la adolescencia, hasta que terminó la universidad (titulada de Psicología en la PUCV), luego regresó allí (otra vez), aunque ya lleva rato en Viña, unos ocho años. ¿Se considera viñamarina?
—Mira, es extraño, siempre me he resistido un poco a esos lugares de pertenencia, tampoco diría que soy de ninguna parte, sí creo que le tengo un cariño a esta región porque Viña/Valpo no diría que es como “viñamarino”.
—Sí, tenía la duda, ya que he visto que andas en Santiago, aquí… —me excuso.
—Sí, soy mucho más de acá. Lo que pasa es que crecí en Santiago, he vivido en Santiago y trabajo en Santiago.
Imparte clases en el Instituto de Arte de la PUCV y en la Escuela de Arte de la UDP.
Ahora, la pregunta formal:
Leyendo un poco de tu biografía, lo que pude encontrar solamente, vi que cruzas todo: eres traductora, ensayista, escritora, poeta, editora, profesora de cine, pintura, acá y allá, en definitiva una mujer multifacética, ¿de dónde viene eso?
Sí, es cierto. Uy, no sé de dónde viene eso, de diletante. Me interesan muchas áreas, el arte en general, lo diría así, las artes visuales, el cine —mucho— y la poesía, la literatura en general, también la estética. En la medida en que he ido aprendiendo o conociendo ciertas áreas artísticas, me voy metiendo y termino escribiendo o enseñando sobre eso. He rehuido sistemáticamente —supongo— o voluntaria e involuntariamente lo especialista. A mí me encanta en verdad meterme en cosas que no conozco, me resulta súper atractivo y creativo, incluso en la escritura. Me aventuro a nuevos registros porque aprendo mucho más.
¿Siempre fuiste así, desde niña?
Creo que sí, supongo que hay una inquietud por conocer distintos lenguajes. Cada vez mi interés por conocerlos ya está súper centrado en la escritura, o sea, la de poesía, ensayo, novela, las textualidades y los desafíos que me ponen los distintos ámbitos de la creación artística para la escritura. Lo observo siempre así, me interesa mucho. Esa cuestión como transgenérica, cada cosa o realidad sobre la que una escribe te propone formas literarias específicas. Yo diría, entonces, que todas esas aproximaciones al cine, las artes, la edición y por supuesto a la traducción, son maneras que tengo de escribir.
Claro, como que lo llevas a ESO.
Se reúnen ahí en el fondo. Bueno, particularmente la edición es un modo de leer y hacer libros que a una le gustan, está súper vinculada porque escribir es sin duda alguna leer, al menos para mí. La traducción es un ejercicio de escritura absoluto. He aprendido mucho a conocer la materialidad al castellano traduciendo a la lengua que conozco, que es el italiano. Siempre estoy haciéndolo, hay pocas cosas como eso para ejercitarse en la plasticidad del lenguaje.
Se podría decir que el resultado de tus trabajos, sean de la materia que sean, son un híbrido de todo lo que haces.
—Sí, exacto. Disculpa, me voy a fumar un cigarro —avisa mientras prende el tabaco.
—No, tranqui. Ojalá yo pudiera fumar pero no tengo patio.
—Bueno, yo estoy adentro pero en la ventana.
—¡Es lo peor! —interrumpo, queriendo referirme a la desgracia de no tener patio en plena cuarentena.
—Cambia la vida con patio.
—Sí, de hecho, quiero puro cambiarme a una casa.
(Risas)
¿Por qué traducción al italiano, tienes ascendencia?
La familia de mi mamá es italiana, de ascendencia, o sea nacieron acá y yo estudié en la Scuola Italiana, en Pedro Montt, Valpo. Aprendí italiano muy chica, no me hice profesional traductora pero con el tiempo lo he hecho harto. Además, todos estos oficios que parecen distintos, aunque no lo sean tanto, están atravesados por una cuestión de dinero. Me titulé y nunca me dediqué a la Psicología. Rápidamente tuve que empezar a buscar herramientas para parar la olla, ahí me metí en la literatura, ya sabía que era lo que quería hacer. Hacía clases de literatura y psicoanálisis o de arte y psicoanálisis. Comencé en la Andrés Bello, apenas salí, después en la Católica de Valpo y, poco a poco, fui abandonando totalmente el registro de la Psicología para irme al ámbito del arte.
¿Y qué llegó a tu vida primero: el arte, el cine o la literatura?
La poesía. Supongo que ahora, mirando para atrás, estudié Psicología —me imagino— porque, como decía un amigo, “ustedes les gusta mucho el ser humano”. Yo creo que a mí me interesaba ENTENDER algo así como el ser humano. Y en esa línea sentí muy rápido que en la Psicología no había muchas puertas de comprensión para nuestra experiencia, pero sí lo encontré muy rápido en la poesía en realidad. Además, cuando entré al Instituto de Arte había una marca muy fuerte de ella, o sea, ahí entendí que había un lugar de conocimiento mucho más profundo que lo que estaba estudiando. Ahí se empezaron a quedar mis pensamientos, mis lecturas.
***
Pienso que qué bueno que comenzó de chica. Contará que ni tanto, que tuvo una adolescencia bastante extraviada. Siempre le gustó leer, sabía que las humanidades eran lo suyo pero nunca le pasó —y le ha pasado varias veces en la vida— plantearse la palabra FUTURO. Por cuestión de rigor, porque eso sí, tal vez es más rigurosa de lo que debiera, “mateita, un poco” (confiesa), nunca se cambió de carrera, terminó lo que empezó. No se arrepiente, pues la llevó a seguir estudiando. Hoy no le gustaría ejercer Psicología, a pesar de que le gustó mucho la práctica que hizo en el Hospital Psiquiátrico del Salvador (Playa Ancha, Valparaíso) y un lugar, precioso, llamado Casa Club.
Me llama la atención que sacaras Aldabas (Edícola, 2016), versos, y luego Maratón (Cuneta, 2017), prosa, ¿Qué te motivó a transitar de aquello a lo otro?
Creo que la exploración formal. Maratón era originalmente un conjunto de poemas súper malo, que nunca terminaron de cuajar y de repente caché que lo que deseaba hablar era algo que necesitaba contarse a través de la prosa. ¡Ahí de pronto PA! se me abrió muy rápido la escritura, era una situación bastante alegórica. Siempre sigo escribiendo en los dos registros y también en el ensayístico. Me interesa bastante la crónica, el ensayo permanentemente. Es una búsqueda de formas, de cuáles son los lenguajes para dar cuenta lo que una quiere decir. Tengo la sensación de que las realidades tienen su manera y creo que las formas literarias —al menos para mí— no tiene mucho sentido alojarse en ciertos géneros, sino más bien buscar el género o la forma literaria que es adecuada a la experiencia.
Vas probando una según lo que quieres contar.
Claro y ciertamente la poesía —siento yo— es el lenguaje que cristaliza mejor las experiencias. Pero no siempre está el talento para eso ni la fuerza. A mí me encantaría, es el arte que más admiro.
No sé mucho de poesía pero encuentro fascinante esta manera de… siento que implica estar en otra dimensión u otro nivel como para entenderla o sentirla.
O sea, yo creo que la poesía se abre a experiencias más intensas también, al menos para mí. Aldabas es un libro que no podría haber tenido otra forma porque está inscrito en un momento de duelo en mi vida muy fuerte. Perdí a una hermana, fueron años muy mudos frente a una experiencia como esa. Aldabas era una suerte de goteo de palabras, de algo que no podría haberse contado de otro modo que con esa amenaza de silencio.
¿Y en cuánto a Maratón, en qué rollo estabas?
En Maratón me interesaba harto ese momento vital que pasa —al menos a mí— en el que uno sale de la universidad y viene como la vida. Da la sensación, seguramente es falso, que empieza “esto” y ahora trabaja en esto, aquello, comienza una progresión hacia algo así como un futuro posible. En Maratón está esa incertidumbre respecto al futuro, como si la pregunta no se hubiera planteado. En ese puro presente, medio generacional, también hay un punto irónico, ese —por un lado— presente no sin pasado ni futuro que define a una generación pero —por otro lado— hay algo quizás crítico. ¿La vida consiste en una carrera?, y ahí está todo ese espectáculo de la carrera, de la vida y de lograr metas. Entonces, una de pronto se distancia de eso y se revela como completamente absurdo. En dicha tensión pensé el encuentro. En el fondo es la figura de un amor que tampoco es “productivo”, que no le importa el futuro posible. Quería que fuera súper resistente a la idea paralela de la carrera.
—¿Al tiempo? A mí me da la sensación de que están estancados —pienso, pero digo en voz alta.
—Claro, podría ser, estancados siempre que uno lo vea desde el punto de vista de que la vida va hacia adelante, que tiene que ir avanzando.
—Claro, que es lineal —comienzo a comprender.
—Sí, de que se dirige hacia alguna parte, porque tal vez en ese “estancamiento” se presenta la vida mucho más intensamente.
—Y aunque es en Santiago, se hace alusión a Viña, Quilpué, a la Quinta Región. Como que estás allí pero puedes irte.
—¡Sí, po! —termina.
La pregunta formal:
¿Qué cosas te obsesionan de cada una de las áreas a las que te dedicas?
Vengo muchos años estudiando, hice mi doctorado de eso, escribí un libro de ensayos [ganador de Mejores Obras Literarias del MINCAP en inédito] sobre las ventanas. Ese es un tema que a mí me ha obsesionado bastante y al que me he aproximado desde la pintura, la literatura y el cine. La experiencia de mirar por las ventanas como una experiencia estética, en la que se juegan un montón de cosas. Me puse a investigar cómo en la historia de la pintura se han pensado los cuadros como ventanas. Me ha interesado pensarlas, en la literatura, en cómo dibujan una experiencia que tiene que ver con una distancia entre el mundo interior y el exterior. En el cine, me interesa el latinoamericano, he seguido esas hebras. Ayer conversaba con mi pareja sobre cómo es que el arte de los fantasmas es el que más puede mostrar las contradicciones entre las palabras y los gestos. La literatura puede ir mucho más allá de lo “dicho”, combinándolo con lo “no dicho”. El lenguaje del cine muestra y no necesariamente interpreta. Es un arte que trabaja con y en la superficie de las cosas. Es decir, su modo de aparecer es lo que de repente nos abre a un misterio.

Sí, me pasa que cuando te leo es como en escenas de alguna película.
Puede ser, creo que Maratón quizás está en lenguaje cinematográfico. Allí hay algunas estrategias del cine, en que yo enfrento las escenas como tomas. Digo: eso no se ve porque está detrás de la cama, por ejemplo. La cuestión no tiene que ver con la voz literaria, que muchas veces es omnipresente. Hay cosas ocultas a la mirada, que no aparecen. En Maratón cuidaba mucho que la construcción de los personajes fuera a partir de lo que ellos decían o de cómo se movían, pero no apelando a su psicología, no ingresando en una descripción del mundo interior, aunque sí hay monólogos interiores.
Hablando más de lo local. Algo que me interesa saber de las autoras de esta provincia es ¿por qué quedarse aquí y no migrar a Santiago como lo hace la mayoría de las y los artistas?
Por muchas razones. Hay una, la más importante: el tiempo. Tengo la sensación de que el trabajo y el tiempo aquí es otro, lo cuido mucho: el tiempo de lectura, escritura, reflexión. Siento que acá es mucho más posible hacerlo que en una capital más movida. También, porque tengo hijos y la vida con hijos es más fácil aquí. Una tercera razón: el tema de las lucas. Encuentro que para vivir en Santiago la presión del dinero es mayor, acá igual está cada vez más cara la vida, pero es una presión de la que prefiero restarme lo más posible para poder tener tiempo de leer y de hacer cosas, proyectos, la editorial, mi escritura fundamentalmente. Para mi la vida se organiza en función de cuidar ese espacio.
Diré que es sano respetarlo, responderá que si no una se enferma. Para ir cerrando, me gustaría saber sobre su experiencia como editora, es lo que me falta. Le pregunto por su perspectiva sobre el panorama literario de la región. Repasa cómo se fundó Ediciones Mundana y nombra los ejemplares que tienen. Trabajan con cruces, ensayos literarios sobre artes en general. La prosa ensayística está sumida como una escritura creativa, explica. Sigo quedándome con la otra duda. No sabría decirme, es que es súper mala crítica literaria, replica. Tampoco es partidaria de los campos literarios, le interesa que la lectura y los libros que se producen nos abran la región.
Comprenderé cuando me diga que la literatura igual es literatura y que de repente a eso no sabe si le pondría tantas banderas. Surge otra discusión, bien presente en los tiempos que corren:
—¿Crees que aún falta visibilizar la literatura escrita por mujeres aquí en la región o en general?
—Ya, ahí te digo lo mismo. Creo que la literatura no pasa por mi visibilización, creo que los problemas de la visibilización son del mercado editorial. Claro, quizás es como media romántica mi postura, no sé si llamarla así, pero personalmente quiero escribir. No me aproblema si tengo más o menos visibilización. Y yo pienso que la literatura cuando es verdadera…
—¿Se da, es visible? —interrumpo.
—No sé, ojalá o si no, lo será. Lo bueno ahí es que haya más editoriales pero estas disputas de la visibilización creo que son muy importantes especialmente para re-contarnos el canon. Valoro mucho que se están reeditando cosas, mujeres que no tuvieron oportunidades de ser leídas ni convencerse de su oficio. Pero creo que esa consideración de escritora no pasa porque los otros te llamen autora, pasa cuando una se permite asumir el oficio de la escritura.
Quizás muchas, más antes que ahora, tuvieron que satisfacer otro tipo de labores, sigo. Ahí hay una cuestión honda pero concluirá que no termina de interpelarla. En todo caso, se lo preguntaba porque era poeta y últimamente con lo del Premio Nacional de Literatura no salió ninguna de las tres nominadas.
—Son bacanas, pero desde Gabriela Mistral no le dan ese reconocimiento a alguna poeta.
—Es que yo despreciaría de antemano la discusión, el tema del premio nacional simplemente —piensa en el fondo que poner tantas fichas a los premios habla de un campo cultural un poco empobrecido.
Defendiendo que igual, de cabra chica, sin saber nada, hubiese encontrado maravilloso que se lo dieran a una mujer porque siempre veía hombres. Sí, hubiera esperado que se lo dieran a Elvira Hernández, aunque no hay que caer en el juego de los premios y el canon, que ojalá no fuera así para los colegios. Lo bueno es que las nominadas ya tienen la lectura, han formado, permeado la obra poética de muches jóvenes, eso es de enorme trascendencia, termina.
Última pregunta formal:
¿En qué estás ahora, qué se viene?
El libros de las ventanas (el libro de ensayos), como hablábamos, que se publicará en Ediciones UV a fin de este año o a comienzos del próximo. Y trabajo en un libro de poesía también.
Fotos de Kika Francisca González.
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