La autobiografía es convertirse, por más que nos cueste aceptarlo, un poco en carniceros de nosotros mismos.
Manual de autobiografía, Natalia Berbelagua Pastene. Autoedición, 2020. 128 páginas.
Manual de autobiografía, sexto libro publicado de Natalia Berbelagua, reúne una serie de dispositivos técnicos para la composición de textos autobiográficos. La autora entrega una metodología bastante clara y una serie de ejercicios, explicados de manera breve a lo largo de los distintos apartados. Por otra parte, el texto desarrolla un diálogo en que Berbelagua nos cuenta su propia experiencia con la escritura, su manera de trabajar, herramientas y procedimientos a la hora de abordar el complejo fenómeno de la escritura. Este es el momento en que el libro asume una condición de diario íntimo, de narración personal en torno al oficio, donde el lector se sumerge en el proceso de escritura de la autora, pudiendo entrar al tras bambalinas del trabajo literario, así como al proceso de formación de una escritora, entrando a través de su narración en los miedos, inseguridades y peligros del oficio.
El texto va planteando una serie de ejercicios prácticos, donde Berbelagua expone su propia experiencia, marcada por la autodidaxia, para proyectar la escritura del otro hacia espacios antes impensados. El ejercicio de la autobiografía es una llave para llegar a espacios del inconsciente, en los que pervive de manera dormida el material de infinitas obras posibles. Es como si, de alguna forma, este Manual sirviera para hacer estallar nuestra propia escritura. Para ello, tan solo tenemos que saber cómo llegar a aquel espacio cerrado bajo siete llaves, muchas veces oculto por el árbol genealógico, los discursos heredados, los tabús y los miedos personales. El acceso a esa bóveda secreta sería algo así como entrar a la cueva oculta del tesoro.
Mediante este proceso de investigación en los recuerdos, y su posterior puesta en escritura, no solo podemos construir una obra literaria, o un material de escritura; sino que también podemos modificar la biografía. Es en este cruce donde no es posible saber qué es lo primero y lo causal, si la historia —personal, familiar— o el relato que le da forma y la vuelve comunicable a un otro, como un leitmotiv y un discurso familiar (historias de esfuerzo, superación, bonanza, cualidad moral, tragedias, enfermedades, etc.). De esta manera, la escritura permite subvertir los valores heredados a través del sedimento de la memoria, que convertida en logos —pensamiento, episteme— personal a través de la escritura permite salir de la tradición que nos succiona para sí, para su propia subsistencia:
Existe una historia del mundo, de las civilizaciones, de los países, de las localidades, de las familias, de las personas. Se necesita que esta historia fundacional permanezca, pero cada vez se hace más necesario que el acto creativo implique en sí, una rebeldía. Reconocer el derecho de rebatir las historias que nos contaron y vivir por medio del nuevo relato una vida excepcional. Así como nuestro sistema biológico se crea a sí mismo, se repara, se mantiene y se modifica, podemos hacer lo mismo con nuestros pensamientos mediante la escritura. (Berbelagua, 13)
De esta forma, la escritura y la investigación autobiográfica es una toma de poder, un ejercicio de soberanía del sujeto en relación al lenguaje y sus fuerzas inconscientes. Que la escritura se junte y se confunda con la vida ha de ser, entonces, una de las premisas del trabajo autobiográfico, donde relato y verdad se contagian, sin poder especificar cuál precede al otro:
Lo que estamos haciendo con este gesto de escribir el yo, es representar la vida humana en el papel, creando una ilusión de realidad… Para estos efectos, y según lo planteado, todo material autobiográfico encierra en sí una ficción, en cuanto somos seres subjetivos, evolutivos y con frecuentes fallas de memoria y percepción. Toda escritura está obligatoriamente sometida a la interpretación. (Berbelagua, 25- 26)
Así, el texto de autoficción, o autobiografía, busca establecer una grieta, a la vez que una unión, entre los dispositivos de texto puramente históricos —con sus bloques de verdad-hecho— y los dispositivos literarios ficcionados, que asumen una muchas veces falsa distancia para con el autor y su contexto real, político, social y familiar-genealógico, convirtiéndose en historias legendarias; suerte de poemas épicos que terminan siendo un baile monótono y aburrido. La ficción que se supone mejor que el mundo real, termina siendo, muchas veces un collage superficial que no logra alcanzar la profundidad de las contradicciones.
Toma de poder
De esta forma, la escritura procedimental nos permite poner en práctica dichos ejercicios, que a la manera de dispositivos hacen estallar en nosotros, lectores-escritores, funciones de texto. Con la toma de poder del procedimiento el artista se vuelve más soberano de los efectos que puede llegar a operar en el lector. Esto, sabiendo que siempre hay un margen de descontrol necesario en toda obra de arte que excede el manejo del autor y por lo cual, también, la obra adquiere una vida autónoma; una especie de exceso energético, al decir de Charles Olson, que cuando es encauzado traspasa los límites racionales de la buena composición —entendiendo ésta como el ajuste, en mayor o menor medida, a los propósitos autorales—.
Esta toma de poder se puede apreciar en los ejercicios mismos que nos presenta Berbelagua, como cuando distingue entre “hecho” y “acontecimiento”:
Ejemplo:
A. Juan salió de su casa a las 8 am para comprar el pan.
B. Juan salió a las 8 am. Para comprar el pan. De camino fue atropellado por un bus. Una mujer lo auxilió y lo dejaron internado en el Hospital, en la sección de los policontusos.
C. Juan salió de su casa pensando en todo lo que le había dicho su mujer, ya era hora de que tomaran camino separados.
D. Juan se tomó un café en el negocio de la esquina y abrió el diario. No vio nada interesante.
E. Juan se encontró esa mañana con el trabajo que le cambiaría la vida.
A y D son hechos porque no ocurrió nada relevante después de esas acciones. Solo dan sensación de monotonía…
B, C y E son acontecimientos” (29-30)
Donde la autora sugiere que si hemos de querer tener mayor intensidad en la historia que contamos, entonces tenemos que privilegiar los acontecimientos, debido al potencial dramático que pueden imprimir a nuestra historia. Esta economía del material es también una forma de darle dinamismo, textura y movimiento a los personajes, en cuanto el acontecimiento siempre transforma la realidad de los personajes, los vuelve, constantemente otros. Así, este Manual nos sugiere que “debiéramos optar por aquellas historias que nos entregarán más material a la hora de escribir, menos anécdotas y más contenido, más allá de si es divertido o no.” (Berbelagua, 30). Al convertirnos en faeneros de nosotros mismos podemos tomar esos pedazos de carne, como reza el epígrafe de esta nota, tomado del apartado Autoficción, y crear con ello un nuevo material, un nuevo ser. Con ese acto nos salimos del Hado, a saber, de fatum que supone lo ya acaecido. Es una manera de escribir, o mejor dicho, de reescribir nuestra historia y a la vez convertirnos en nuestro soberano.
Por otra parte, tenemos la serie de problemas o tópicos que Berbelagua nos entrega para activar la memoria. Uno de ellos es el diario de vida, o diario íntimo. Nos habla de su proceso de aceptación del material del diario como una posibilidad de partida de la escritura, la “caída en cuenta” de allí, como decía al comienzo, se encuentra un material valiosísimo que solo tenemos que darnos el trabajo de investigar de manera minuciosa. Ciertamente, en términos literarios, muchas veces sentimos que lo que estamos haciendo es algo completamente inútil y carente de valor. Los diarios de los escritores que nos preceden nos pueden dar cuenta de ello en su sentimiento de sinsentido. Todo escritor, antes de ser aceptado por los dioses en su olimpo como legítimo transmisor de su palabra alada, sufrió con la incertidumbre de si su literatura tenía valor alguno o no. Nunca sabemos hasta qué punto es válido nuestro trabajo escritural. De ahí que tomar el material del diario íntimo y volcarlo hacia la escritura sería pasar por alto este problema y hacer, así, de la propia intimidad, de la propia duda un material con valor legítimo para ser escrito. Lo único que tenemos que hacer, como decía Gonzalo Millán, es anotar en una tarjeta similitudes y diferencias. Asociaciones que funcionen como mantras que nos permiten abrir la bóveda del inconsciente. Natalia Berbelagua, desde este método de trabajo, tomó como el pegamento para su obra y construyó así su tercer libro, Domingo, con el material registrado del último día de la semana, previo al comienzo laboral, con su tono propio, su desasosiego y melancolía que le son propias.
Un día, un lugar, un acontecimiento pueden ser formas para refugiarnos en nuestro recuerdo, túneles desde donde horadar el laberinto de la memoria. Y como durante todo el libro, Berbelagua le da una bajada procedimental a este Manual:
En términos prácticos, se puede hacer un listado con aquellos lugares que nos gustaban en la infancia, nos hacían sentir seguros o alegres. También podemos incluir una columna con todos aquellos que están teñidos por sensaciones que no son agradables. (36)
Este desborde de lo íntimo puede devenir individual y así volverse colectivo en la escritura, o, mejor dicho, por y a través de ella se vuelve comunicable y colectivo. Son, de alguna manera, cartografías que espejean lo social de forma no clasificada aún, no estructurada por las reglas de la polis y la funcionalidad, sino por los, aparentes, caprichos de una vida y una estéticas personales. Para ello, también, es necesario el trabajo de archivo. Visitar con la memoria o de manera explícita documentos que nos permitan entender la historia del otro y utilizar ese material para construcción de textos. Todo sirve. Charlas con desconocidos, familiares; derivas donde dejamos que la vista se pierda y seleccione de forma inconsciente lo que más le llama la atención; o bien trabajos de campo, visitas a hospitales, colegios, edificios, “lugares de los hechos”, revivir el “lugar del crimen” una y otra vez, dejando que su estela opere en nosotros y nos convierta en sus agentes de escritura.
Hay en estos ejercicios una cuota psicomágica que no puede soslayarse, donde arte y vida se juntan a través de la modificación de la realidad a través de la explosión de dispositivos inconscientes. Hay distintos ejercicios que sirven, en la juntura de arte/vida para modificar nuestro inconsciente mediante el poder reestructurador del arte: “Deshacer mi nombre. Tomar el primer nombre y hacer un juego de palabras con él. En asociación libre, vincularlo con otras palabras que se le parezcan.” (Berbelagua, 39). Rozando, de esta manera, la terapia pero haciéndola fructífera en la obra de arte: “¿Qué elementos u objetos tuvieron una trascendencia en la vida familiar? Relatar su importancia.” (Berbelagua, 40). Este manual se cruza, así, con la metagenealogía trabajada por Marianne Costa y Alejandro Jodorowsky —y la literatura. Esta cruza, como la misma autora señala, muchas veces se sale de control y puede rozar los ribetes, derechamente, de la magia; enfermedades que se curan por invocaciones de personas muertas, pesos, dolores achaques que tienen que ver con personas que transmiten sus enfermedades a través del inconsciente de la familia —a través del árbol genealógico, el cual funciona como cuerpo energético de transmisión de información. Recuerdo que hablar de este tipo de temas hace un par de años atrás, cinco por ejemplo, era un tabú en el mundo de la literatura. Una falsa politización —o teorización, ya no sé— no permitía que los límites de lo real fueran invadidos por el inconsciente y viceversa. Hoy, cinco años más tarde y con una sensación de que la humanidad puede desplomarse en cualquier momento —un boxeador vencido que aguarda por caer a la lona, o atestar su último gancho a la natura— disminuida por un virus microscópico, parece que ya a nadie le importa la cualidad de lo real. Como decía Enrique Lihn, ¿dónde está lo real? Es una pregunta que hoy por hoy no tiene una respuesta única y libros como este nos vienen a confirmar la fecunda conversación entre arte e historia; literatura y psicología; poesía y magia. Ciertamente, hoy en las postrimerías del fin de los tiempos, hoy más que nunca los límites han sido transgredidos y la subversión y la libertad pasan el arado sobre los cadáveres de los saberes, claros y distintos, que un incapaz cientificismo prometió como destino feliz de los hombres libres. La misma autora nos recalca: “La escritura, si es un trabajo consciente, abre la puerta al inconsciente, y si se está dispuesto a abrirse a los contenidos, no es infrecuente que ocurran fenómenos difíciles de explicar.” (Berbelagua, 51).
Volviendo al texto, pienso que es posible proyectarlo como un dispositivo que permite crear la fricción necesaria para arrancar, desde allí, una buena obra, o un trabajo de valor. Entendiendo, claro, que “bueno” es algo que jamás se alcanza, que siempre estamos al debe de nuestras expectativas y que tal vez nunca podamos salvar del todo ese mecanismo de incompletud. Recordar nos permite revivir el sueño del dolor, el que descarga la energía necesaria para el arranque de la escritura. ¿Y luego de esa inspiración? Rigor. Inspiración y rigor —técnica y entusiasmo, como plantea Silvio Mattoni—, nos convocan al momento de enfrentar, primero, la página y luego a sostener durante el tiempo necesario el aliento que permite darle fin a la obra: “A veces, el salir del estancamiento escritural, pasa por aceptar que detrás de una motivación, hay una ardua tarea por delante.” (Berbelagua, 65). Ser investigador de la propia historia puede, muchas veces, ponernos en situaciones incómodas. Por lo mismo, es posible que tengamos que estar en guardia contra los demonios y enfermedades a los que vamos a hacerles frente. Mi padre muerto de un ataque al corazón se une directamente con mi depresión, desde este punto de vista. Nada es azaroso cuando se ocupa el inconsciente, los sueños y el árbol genealógico como materia fértil para la escritura. Todo está ahí para que lo tomemos con manos firmes y sepamos sostenerlo hasta el fin del camino.
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