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Reportajes

Una hoguera alimentada con libros: el nuevo caso Martínez

Ilustración de Vladimir Morgado

Por primera vez en un artículo, se entrecruzan los discursos de todos los implicados en la polémica alrededor de Juan Luis Martínez, poeta apocalíptico (UV, 2019), libro desaparecido a poco tiempo de su publicación.  

Por Diego Armijo Otárola 

ESTE LIBRO NO EXISTE 

Me encontré con Jorge Polanco en la víspera del lanzamiento de la antología Ojo de agua (2019, Lumen) de Verónica Zondek. Él presentaría aquella reunión del trabajo puntilloso de la poeta valdiviana, también traductora, junto a Priscilla Cajales. En el público: Elvira Hernández, Carmen Avendaño, Marcelo Mellado, Jaime Pinos, Fanny Campos y la fauna otra. El lugar era la fallecida librería Concreto Azul y le comenté las ganas que tenía de leer su último trabajo publicado: Juan Luis Martínez, poeta apocalíptico. Que lo había visto en otra librería unos días antes, pero que no lo compré, esperaba la ocasión, no sabía cuál, le dije. Sabía, más o menos, que algo había pasado, que lo habían sacado —al libro— de librerías. Me contestó como escapando, hombros levantados, expresión de derrota ajena pero personal, así de borroso bajó después al sótano del local. 

Demoler, demoler, demoler, demoler 

Viñamarino, Juan Luis Martínez (1942-1993), tuvo que levantar su proyecto poético mediante la autopublicación de sus obras. La nueva novela (Archivo, 1977) fue descartada para su publicación por la Editorial Universitaria al cotejar los altos costos de este particular libro. Él mismo armando todo fue distribuyendo su obra a la manera de un terremoto progresivo. Amable para recibir a quienes lo visitaban, como Elvira Hernández quién contó, que antes de conocerlo su imponente figura la inquietaba, cuestión que se olvidó al hablar con él. Ya fallecido fue interpretado, buscado, leído y aprovechado su legado por editoriales que recién ahí, buscando formarse un catálogo firme de poesía publicaron sus inéditos. No vio las repercusiones de su máquina destructiva de formas, solo alcanzó a montar su moto, recorrer la costa turística y entrar al Samoiedo para empezar la demolición.  

Relaciones públicas 

El 29 de abril de 2020 fue publicada una nota, firmada por Roberto Careaga, en El Mercurio —cuya bajada de título martillaba la sentencia: “La familia exige a la Universidad de Valparaíso una indemnización y la destrucción de las copias del ensayo Juan Luis Martínez, poeta apocalíptico”.  

Por su parte, mediante una carta a El Mercurio, el editor y director editorial de la UV, Ernesto Pfeiffer y Cristián Warnken, escribieron que:  

Lamentamos que se haya preferido resolver este tema por la vía judicial, pues nuestra intención siempre ha sido conversar y resolverlo debidamente“.  

Comunicado con la Editorial UV se me informa que no pueden seguir haciendo declaraciones, la demanda no ha llegado aún a la oficina de partes de la universidad. 

La poesía no vende 

El lunes siguiente partí primero a la librería donde lo había visto, y donde medio entre colegas me llevaba con el librero —también vendo— y lo compré altiro. Aunque, vendedor el otro, me enganchó el resto de los ejemplares que le quedaban. Debía devolverlos a la distribuidora, pero si yo los compraba todos, hasta precio me hacía, ya inventaría algo. Así que sí, la mochila llena.  

Supe después, que esa semana, o par de días, en que estuvo girando, el ensayo vendió lo equivalente a la tirada de un libro de poesía: alrededor de 300 copias. Quizá el morbo, la pasión consumista por lo perdido, o el gusto justificado por la articulación ensayística de la obra de Martínez por la máquina de pensar de Polanco.  

Hecho de la causa 

El libro en cuestión posee un apartado con una antología de ochenta y nueve extractos de las puntuales obras de Juan Luis Martínez. Se puede apreciar, luego de leer el extenso —de dimensión tanto como de diversidad temática— ensayo que Jorge Polanco elabora en torno a la obra del poeta familiar de las demandantes, que son páginas seleccionadas para esclarecer ciertas zonas que la escritura ensayística no puede explayar sin mostrar.  

Pero, la Fundación acusa que aquella selección es una “antología descontextualizada”,  y que no hubo autorización para ella.  

Podrían los editores defenderse, editorialmente, ya que “contextualizan” tanto el motivo de la selección como la adecuación de las páginas, con una aclaratoria: 

Advertimos que antologar la obra de Juan Luis Martínez implica romper la unidad y lógica de sus publicaciones.

“Para la reproducción de los textos hemos tenido como referencia las versiones originales, las que han sido adaptadas —mínimamente— al presente formato”.

… 

Antecedentes sobre la “adecuación” de la obra de Martínez son posible de pesquisar en la antología boliviana Álbum de nueva poesía chilena (Topo de Mar Ediciones, 1994) y en la chilena Antología de poesía chilena (Catalonia, 2018). Al menos son las posibles de pesquisar en la Biblioteca Nacional. 

… 

Estas aclaraciones justifican el acto de antologar para uno, lector, lo que no guarda relación con la manera en que la Fundación ven el mismo acto, ni si fue legal.  

¿Se le pidió permiso a la Fundación? ¿En estas condiciones publicada? 

Lengua Martínez 

Habla Aída Martínez, hija de Juan Luis Martínez y presidenta de la Fundación homónima: 

—Nosotros no les hemos dado permiso a ellos. 

—No sé, pregúntales a ellos (risas). También lo quiero saber. Mira, a nosotros nos pidieron permiso, para unos poemas, para que Polanco hiciera, digamos, referencia a su trabajo y acompañar con algunos poemas a su trabajo. 

AÍDA MARTÍNEZ, HIJA DE JUAN LUIS MARTÍNEZ

—¿Cómo llegaron a publicar esta antología dentro de un libro entonces? 

—No sé, pregúntales a ellos (risas). También lo quiero saber. Mira, a nosotros nos pidieron permiso, para unos poemas, para que Polanco hiciera, digamos, referencia a su trabajo y acompañar con algunos poemas a su trabajo. 

—¿A modo de cita? 

—Claro. 

—¿Cuántos poemas eran? 

—Como veinte. Pero eso era para un proyecto que él iba a presentar, para el Fondo del Libro, en el año, si no me equivoco, 2016. Bueno, pasó el tiempo y nos preguntaron si ellos podían hacer, digamos, esto también para… nos hicieron una pregunta. Pero nosotros nunca firmamos nada y ellos se tomaron atribución de hacer una antología y… ¿por qué falta de respeto? Primero porque lo hicieron y segundo porque está toda tergiversada la historia de los libros. Está todo mal editado, lo hicieron todo de nuevo, cambiaron tipografías, hicieron una cantidad de aberraciones que no te puedo más describir en este minuto, porque estamos en el juicio mismo. Pero, mira, la falta de respeto es que ellos no tuvieron absolutamente ninguna delicadeza con el trabajo de Juan Luis Martínez. Ahí te digo, es como que yo agarro una pintura de Van Gogh y la hago de nuevo, y el cambio los colores y algunos trazos, y digo más encima que es de Van Gogh. ¿Entiendes, el nivel de la gravedad? Es diferencia en todo. Si empiezas a mirar y hacer comparaciones te vas a dar cuenta, entonces, la forma en que Juan Luis Martínez hizo su obra tiene un sentido y ellos quieren difundir algo que no tiene ese sentido, que le están dando ellos. Ni siquiera es una interpretación, ellos le están dando un cambio a la obra, porque a ellos se les ocurrió que la obra… con la insolencia de decir que es de otro modo (…).  

… 

—A mí me han tratado súper mal (la Editorial UV), en los medios y todo. Pero a mí no me importa, porque es la obra de Juan Luis Martínez y yo estoy para defender. Nosotros tuvimos que llegar a esta instancia, porque de todo este tiempo, nunca nos han dicho, bueno, mira, sabes qué lleguemos realmente a un arreglo, realmente sabes que… nada, no hay un gesto, o sea, no hay gestos, no hay gestos de comprensión al respecto. Todo lo contrario, se defienden como gato de espaldas.  

La Editorial UV, en su carta en El Mercuriodice que habían intentado arreglar esto. 

—¿Sí?, ¿sabes cómo? Un contrato nuevo en que nosotros teníamos que firmar y estar de acuerdo con todo lo que hicieron.  

… 

—Cuando nosotros pedimos la destrucción de libro, nosotros no pedimos la destrucción del libro, el ensayo. Porque, aparte, tú conoces el libro, está dividido en dos. Pueden destruir una parte y la otra la dejan. No suena tan terrible así. Ellos están en juego de víctimas, ¿me entiendes?, o sea, los victimarios se convirtieron en víctimas. Están jugando a ser víctimas, pobrecitos ellos, trabajaron tanto. No veo por ninguna parte una carta abierta, una disculpa de la universidad, nada. ¿Me entiendes? No hay ninguna actitud, o sea, te pisoteo y me da lo mismo. Y con la obra de Juan Luis Martínez, ¿me entiendes?, es un escritor consagrado. ¿Qué es lo que les pasa? Ahora que está consagrado viene y hacen lo que quieren más encima.  

Más ceros de los que puedes imaginar 

No solo la intención de la Fundación es destruir los ejemplares existentes de Juan Luis Martínez, poeta apocalíptico, sino que, de pasada, luego de transfigurarse los ejemplares en el hollín de la fogata, conseguir alrededor de $400.000.000 es lo deseado. Esto por los “perjuicios patrimoniales y morales causados”. 

—La propiedad intelectual en Chile tiene leyes, están súper tipificadas, tiene sus reglas y su valor. La misma propiedad intelectual —la ley— le pone valor a cada cosa [a la] que le haces un daño  —justifica Alita Martínez. 

En el mismo ámbito, la plata, es importante decir que la única manera de acceder a alguno de los libros de Martínez sea mediante una gran suma de dinero. 

Las anotaciones del otro 

El año 2017 se anunciaba una movida editorial, de la mano de la galería D21 y con ello de Pedro Montes —albacea de la obra de Martínez, quien, dice Alita Martínez, no hizo ningún trato con la editorial UV—, que permitiría un acceso a la obra fundamental de Martínez (La nueva novela) mediante una edición facsimilar con anotaciones de su propia mano, se decía.  

Las anotaciones no eran de Martínez sino que de un tal Ricardo Cárcamo. Fue él mismo quién se enteró de aquel equivocó al presenciar la presentación de aquel libro, dudando si era o no su letra, comunicándose luego con la viuda del falso autor de las anotaciones, llegándose a manifestarse la idea de un pacto de silencio para que Pedro Montes no se enterara.  

De todas maneras se conoció la noticia y los libros debieron ser retirados de librerías —¿se vendía en librerías?—. Además se hubo de indemnizar a quienes habían adquirido un ejemplar, devolviéndoles parte de lo pagado.  

El  otro autor 

Jorge Polanco, avecindado en Valdivia, es docente de la Universidad Austral. 

Como poeta ha publicado Las palabras callan (Altazor, 2005), Sala de Espera (Alquimia, 2011) y Cortes de escena (Isofónica, 2019). Desde el ensayo ha publicado La zona muda. Una aproximación filosófica a la poesía de Enrique Lihn (RIL/UV, 2004) y La voz de aliento. Reflexiones sobre escritura y testimonio (Inubicalistas, 2016). 

La editorial y la fundación tienen que dar sus observaciones de los hechos.

jorge polanco, escritor

Pude comunicarme con él y sumado a que considera que este asunto es ya “poco relevante y hasta esperpéntico”, dice que no puede hablar mucho pues él no estuvo en el proceso de negociación y edición —”la editorial y la fundación tienen que dar sus observaciones de los hechos”—, y no quiere meterse en las patas de los caballos, porque no sería capaz de cubrir ni siquiera el 4% de la demanda si se diera el caso, “nadie puede”. 

Polanco, escarbando en su memoria sentimental literaria, dice que su primer acercamiento a Juan Luis Martínez y su obra fue mediante equívocos. Un ejemplar acercado por Francisco Sazo —vocalista de Congreso, su guía de tesis— que descocido permitía que las hojas fueran intercambiables, cuestión, aquel libro infinito, que a Polanco le agradó. 

De allí su interés por aquel proyecto poético, pero alejándose de una visión en torno a la figura, sino que a los efectos de la obra de Martínez en relación a la poesía chilena. Aun habiendo trabajo y todo, con la polémica, dice,  “el ensayo quedó invisibilizado”.  

—Nosotros no tenemos nada en contra de su trabajo. De hecho, es un trabajo bastante bueno.  El problema no es por el ensayo —dice Alita Martínez—. Yo creo que han dañado mucho a Polanco con esto, porque nadie quiere ver su libro. Está toda la atención a lo que nosotros estamos haciendo, pero eso no es mi culpa tampoco. Lo han dañado mucho a él. Y yo lo entiendo, pero tengo que defender lo mío. 

Y es que unas semanas luego del retiro de los libros se inició la revuelta popular del 18 de octubre. La preocupación era otra. En ese contexto, Polanco junto a poetas jóvenes de Valdivia, metamorfosearon la idea de una revista, mediando las condiciones, a un blog llamado Escritura Situada —siguiendo a Enrique Lihn—, en donde generaron contenido cercano al testimonio. Polanco entonces se preocupó de aquello, pues “da pudor estar hablando de $400.000.000 en estas circunstancias”, sociales y ahora en medio de una pandemia.  

Sobre la polémica publicación no se detiene: 

—Yo hace rato estoy trabajando en otra cosa, que son las migraciones visuales entre arte y poesía. Estoy escribiendo crónicas sobre eso. Estoy haciendo entrevistas sobre resistencias gráficas en dictadura. No en un plano monográfico sino que de sus prácticas. 

EL NUEVO MERCADO 

Teniendo los ejemplares de sobra lo fui exhibiendo en mi mesa, junto a los libros de las editoriales que vendo, en las ferias emplazadas en el Centex.  De a uno llevaba, pues aún mediada su extinción, debía reproducir el cuento de la no existencia de aquel libro —en el reverso de un marcapáginas escribí “ESTE LIBRO NO EXISTE“— y de allí lograr la venta.  

La mayoría los consiguieron amigos, a los que les vendí a un precio similar al costo. Hasta a mí, comerciante, me cansaba ir reproduciendo, como cahuín y enganche, todo lo sucedido con aquel texto.  

¿QUÉ HACER? 

Es posible cerrar elucubrando una imagen: la bodega inubicable en donde estará el libro del conflicto, todos los ejemplares que un par de días se presentaron en escaparates, y que hubieron de volver. A la espera de acuerdos o una batalla por la desaparición de la escritura, queda volver a leer el ensayo de Polanco —si fuera posible—, buscar guías para entender lo esperpéntico, encerrados como estamos, sumidos en días fríos, bordeando los 10.000 muertos por Covid-19, responsabilidad de los empresarios que nos gobiernan. Pensando que quizá el fuego de la hoguera que haga desaparecer aquel libro pueda, al menos, calentar nuestros cuerpos, encender.  

*Ilustración de Vladimir Morgado.

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