Hoy en día la ilustración está en auge: sola o acompañada, representa un formato cargado de identidad y originalidad en sus procesos técnicos. En este caso, el libro álbum en su rama infantil entrega una experiencia de imagen ligada al texto que amplía los sentidos.
Por Silvana González
«Si hay un género donde claramente no se puede separar la forma del contenido, ese es la novela gráfica», menciona la introducción del boletín número 5 de La Pieza Secreta, cuyo contenido analizaremos más adelante. Si bien la novela gráfica y el libro álbum son piezas que resultan difíciles de categorizar, tienen en común dentro de su multidimensionalidad el enorme esfuerzo por conectar ambos mundos: el visual y el narrativo. Con esfuerzo no me refiero a impedimento, sino al desarrollo propagado en varias fases, en donde el texto debe ser mediado a través de la imagen, cuya fuerte presencia compite, generando incluso lecturas paralelas, caminos alternos a la historia contada. Al conversar con tres referentes del tema —una ilustradora, una librera y una bibliotecaria, todas inmersas en el mundo de la LIJ–, mencionaron en algún momento la palabra calidad. ¿Cómo definimos calidad en la literatura infantil, específicamente en el libro álbum?
La respuesta por parte de Libroalegre, ONG dedicada a la actividad educativa y cultural, viene de María Antonia Carrasco: «Un buen libro convoca a los niños a leer.» Por medio del trabajo editorial y periodístico de ella y de Charlotta Copcutt llega a la biblioteca de Libroalegreel boletín de La Pieza Secreta, cuyo fin es elegir un tema literario juvenil y trabajar en torno a este. El boletín número 5 aborda la imagen/texto como cuestión.

Oler una revista nueva: boletín en mano
La Pieza Secreta tiene hasta ahora cinco números. Tienen ese mismo olor a cómic recién abierto con sus tintas. En el número 5 se nos introduce al mundo del texto/imagen, lo que necesitamos para entender esta relación y lo que no necesitamos. A través de recomendaciones, reportajes y perspectivas, va entregando criterios para poder acercarnos a estos códigos visuales, en donde incluso las páginas en blanco son pausas que tienen algo que decir.
La novela gráfica, por ejemplo, entrega una experiencia profundizada y única a los «lectores débiles», que plantea Morten Dürr, escritor danés, quien muestra sus propias novelas. Con lector débil se refiere al lector poco involucrado o con un vocabulario limitado, a un lector no competente para decodificar una novela. Demuestra, gracias a sus viñetas, que aun sin reunir toda la información, por medio de la imagen, el cerebro procesa respuestas basadas en algo que es intuitivo. Pareidolia es el fenómeno de asociar, por medio de un estímulo vago, una forma reconocible. Cuando miramos la luna y le vemos cara sucede este efecto. Algo parecido menciona el escritor con el efecto Kuleshov, cuya forma asociada depende ahora de una secuencia lograda. Ante una primera imagen no generamos grandes conclusiones, menos si está implícita en otra. Pero al sumarse más imágenes, la asociación es innata. Para la novela gráfica, esta inmediatez es el motor que arranca la imaginación. Lo que necesita el lector es su mirada, su olfato para pesquisar la historia que quiere ser contada. Y lo que definitivamente no necesita son explicaciones. La ilustración dice las cosas que muchas veces el texto no dice.
Tocar problemáticas del mundo gráfico
La Pieza Secreta entrega datos del mundo real: Hugo Hinojosa, académico chileno, escribe en una columna: «El ámbito de lo gráfico ha adquirido peso y relevancia, y por eso el público joven puede ser el próximo lector fuerte, a medida que estas novelas se incorporen a la escuela.» Estas cifras de lectores se ven reflejadas sobre todo en el reportaje Exemplaire,que cuenta la realidad de una editorial francesa que quiso desmarcarse del 10% de ganancia de las editoriales clásicas por medio de una alianza con los lectores de la red, en su mayoría también público joven.
Lisa Mandel, su fundadora, se dio cuenta del mejor porcentaje sobre las ventas que tenía la autoedición: en casos de libro álbum o novela gráfica, muchas veces la creación es de a dos y este porcentaje se divide. Con una estructura híbrida entre editorial y autoedición, comparte su trabajo en una plataforma de campaña online. Así se compromete con los seguidores, de los cuales obtiene una cifra estimada sobre sus futuros compradores. Es una respuesta a la cantidad de consumidores de novelas gráficas, que se encuentran de manera virtual y que cada día crece, y también a un problema que es palpable: vivir de la novela gráfica con las editoriales clásicas se hace imposible.
En el boletín también hay entrevistas a personas comunes y corrientes. Una de ellas es a una niña de doce años que leyó ¡Pssts!, una novela gráfica que trata de una niña de también doce años sobre grandes cuestionamientos como la vida, la muerte, los amigos. En respuesta a esta historia dice: «Es una novela gráfica porque te puede explicar leyendo y, a la vez, te lo puede mostrar con los dibujos. Se puede entender mejor cómo piensa… Sería más difícil de comprender si no estuviera en dibujo.» Esto último me conecta de nuevo con algo que hablamos en LibroAlegre: la interpretación de los niños y sus curiosidades son a veces mucho mayores que las de un adulto.
Saborear una lectura
Hay opiniones que vale la pena escuchar y esa es la de los niños y niñas que utilizan el libro álbum como primer acercamiento a la lectura. María Antonia se refiere a esta como fundamental y ante la literatura que subestima al público más pequeño, responde: «Es algo que está empezando a cambiar. El respeto al niño es importante, ellos tienen la capacidad de lectura. No hay que verlo como un adulto imperfecto, sino como un ser que está en una etapa plena, obviamente en proceso de desarrollo. Tienen su opinión y es tan valiosa como la de un adulto.»
La mayoría de los libros en LibroAlegre son libros álbum, hechos bajo la perspectiva del niño o niña, que no es la misma que la de un adulto. Algunos, extranjeros, están traducidos al español a través de frases pegadas artesanalmente. Amablemente y con una emoción concatenada a los libros, me va mostrando estos en todas sus formas, temáticas, colores: «El libro álbum empieza a desarrollarse a partir de los años sesenta, producto de un quiebre de cómo se miraba al niño, sin tanta sobreprotección.»
La imagen en el libro álbum no sólo adorna el texto; realiza una lectura paralela que estimula la lectura. En sus primeros pasos por la lectura el niño busca que la imagen no contradiga el texto, este es un delgado límite que se trabaja desde adentro del libro álbum infantil. Hay libros que me seducen y pasaría horas repasando. Formas y pausas son necesarias en el diseño para atraer la atención. A mí me toman inmediatamente y me absorben en cada libro que María dispone sobre la mesa y que mi niña interna desea degustar lentamente y no puede, por el tiempo. «El libro álbum tiene muchas capas de lectura. Entonces es también un punto de encuentro entre niños y adultos, porque los niños van a captar unas cosas según la edad en la que estén y el adulto va a fijarse en otras», afirma.

Respecto a la pregunta fundamental, que es la calidad en el libro álbum infantil, María cuenta su propia curatoría: «En las bibliotecas LibroAlegre somos selectivos con los libros, buscamos obras en las que ilustraciones, lenguaje y contenido formen un conjunto armónico; nos fijamos en que las palabras de los libros sean simples, que no obliguen al adulto a traducir para que los niños entiendan. Lo sencillo no tiene por qué ser trivial ni pobre, y un buen libro de LIJ debe dirigirse a él y no al adulto. A ellos se les puede hablar de casi todo, pero es importante la forma en cómo uno se expresa para que de verdad te escuchen.»
Ver para creer: calidad es factura
La librería y editorial Una casa de cartón responde a una demanda que les alcanzó en el camino: desarrollar actividades como lanzamientos y lecturas, a los que los niños y las niñas de Limache pudieran acudir ante la ausencia de espacios de este tipo en la ciudad. Al no hacerse cargo la municipalidad de brindar estas oportunidades, es mucha la gente que frecuenta la comunidad Lumbre. Incluso en pandemia funcionaron a través de un delivery especial de libros. «Tenemos dividido mitad literatura adulto y mitad literatura infantil, pero si nos dieran a elegir el día de mañana seguiríamos con la literatura infantil», afirma su fundadora, Karina Maluc.

Conversamos con la fundadora de la librería, Karina Maluc, y la ilustradora y diseñadora Joanna Mora, quienes se conocieron en 2015. Además de haber hecho juntas la primera publicación de esta editorial, están actualmente trabajando en conjunto en un libro álbum que postularán este año, una escribiendo y la otra, diseñando e ilustrando. Los límites de esa colaboración, cuentan, se intercambian entre sí. Una coautoría.
Los niños y las niñas de un pueblo alejado ahora tienen la posibilidad no sólo de leer, sino de relacionarse con los autores, mediante presentaciones y actividades de lecturas. Maluc relata: «Hacemos talleres, presentaciones con cuentacuentos, hicimos el festival Libroleo de literatura ilustrada en octubre del año pasado, donde hubo también teatro. Pensamos realizarlo nuevamente este año.»
Partieron con la idea de publicar creaciones desde autores de Limache y, pese a privilegiar lo local, valoran también las traducciones, las cuales realiza sobre todo Karima, utilizando modismos y términos chilenos. Buscan editoriales independientes de otros países, conectando así localidades no centrales de otros países con las de acá.
–¿El trabajo de la editorial ha sido continuo desde que partió?
–Nuestra primera experiencia fue en 2016. No partió como un plan de negocios, sino que ha ido funcionando colaborativamente y con gran esfuerzo. Postulamos a los fondos del libro ya que las impresiones son muy caras. Ya en 2018 tuvimos un par de ediciones pequeñas, así de a dos libros anuales hasta ahora que, debido a proyectos atascados en pandemia, tenemos hartos lanzamientos.
–Físicamente ¿cómo se desarrolla la edición de los libros?
–Desde la casa, telemático, y aquí en la librería. Las impresiones son complicadas, algunas son hechas en Santiago, pero nos pilló la crisis del papel, que está muy caro. Por ello también hemos impreso en China, aunque no nos guste, aunque políticamente sea negativo, la huella de carbono, etc., pero lo hacemos en un lugar donde nos dan una certificación de papel sustentable. La atención es maravillosa, mientras que cuando vas a una imprenta de Santiago, siendo de región, no te pescan, te dejan en una lista de espera eterna. Además, para hacer este tipo de trabajo, de libro ilustrado, se necesita a alguien que lo sepa hacer bien.
–¿La idea de calidad cómo se expresa en ustedes?
–Nuestra idea de tener un libro con esta factura es que se ponga el trabajo de un autor local a la altura de un trabajo serio, de editorial tradicional. Que tú digas: esto está bien resuelto. Nuestro espacio es pequeño, pero cuenta con un catálogo construido en el tiempo, que ya tiene su público fijo, en donde los niños y niñas se sienten cómodos y se van haciendo a la idea de lo que es una librería. Hay niños que les han dicho a sus papás que quieren ser libreros.

Para encontrar respuestas, saber escuchar
Joanna Mora, diseñadora gráfica e ilustradora, colabora en la editorial también con el diseño y la edición de las maquetas. Me muestran una reedición de Andrea Maturana, que ha sido maqueteada y limpiada por ella y que tiene forma de acordeón que se abre por izquierda y derecha, permitiendo una lectura infinita.
–¿Qué piensas de este tipo de diseños móviles o interactivos?
–Que ofrecen muchas posibilidades: los niños juegan, los arman, hacen casita, se transforman finalmente en un objeto.
El libro que nos convoca de Joanna, Baba Yaga, está inspirado en un cuento ruso que su abuela le transmitió en su infancia y que ella adaptó junto a la editorial Una casa de cartón. Trata sobre una niña, una bruja malvada, y está ilustrado con gran riqueza textural. Cuenta que en este caso, el libro le pidió mucho trabajo manual: «Hice primero las texturas, las cuales luego recorté por medio digital. Por ejemplo, las micas que se entintan y se imprimen y luego se pasan por Photoshop.»
–Me llamó la atención el uso de transparencias, con huesos y esqueletos. Si yo fuera niña me pasaría muchos rollos con esas texturas.
–Sí, me lo dicen mucho los niños, me preguntan por qué a la bruja se le ven los huesos, pero yo quería hacer un personaje mágico, tan viejo que no sabemos si está muerto o vivo. La historia carga con tanto de la naturaleza que lo hice de esta manera.
–¿Cómo adaptas el lenguaje para pensarlo en un ámbito infantil?
–La verdad, con la editora tuvimos varios problemas. Es un cuento clásico, por lo que los malos son supermalos. Entonces la editora me dijo que hiciéramos que la bruja fuera una curandera que le daba como unas agüitas a los niños. Pero no es la opción que yo quería trabajar. Ahí lo fuimos probando con la hija de una de las editoras, quien disfrutaba mucho el terror que se daba, la lectura le provocaba cosas. No está pensado para una idea concreta, pensé en hacerlo con un lenguaje que llegara a los adultos de una manera y a los niños de otra.
Joanna cuenta, en relación con este proceso de adaptar una historia, una anécdota que le ocurrió escuchando a una vecina que es cuentacuentos, y cuya abuela italiana conocía la historia de otra forma. Al mencionar las teteras mágicas que aparecen en un momento de la historia, la vecina la corrigió y le dijo que eran unos bueyes los que hacían esta acción. Así resolvió un problema que la tenía estancada hacía rato: sus hijas encontraban «muy Disney» las teteras. Así, escuchando a sus hijas, a su vecina, a la hija de una amiga con la que iba probando la historia, desarrolló finalmente un libro hermoso, distinto y de una riqueza visual que estimula la lectura.
(*) Fotos de Kika Francisca González.
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